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Que vuelva el corazón
Yo era un barra brava de living. Un garrero que, tendido en el sofá y con la tele prendida a todo volumen, solía insultar al árbitro por los 15 penales que se pasaba por alto. Era un indio cómodo, pero que chorreaba cerveza al festejar un gol. Yo, hincha conceptual, a mi hija le puse Blanca para que la camiseta quedara impregnada en el Registro Civil. A veces, en soledad, abrazaba con emoción un peluche que tiene la cara goleadora del Chino Caszely. Yo era el que se trenzaba a puñetazos con el televisor y el que, al mismo tiempo, exigía a su mujer que se apagara por noventa minutos. Yo era así. Yo era el Tano Pasman del barrio. Eso, sin embargo, se está acabando. El sábado, con la nueva derrota, me di cuenta que, oficialmente, ahora ni siquiera soy un hincha que grita.
El sábado, por ejemplo, sólo vi la mitad del partido. Vi a 11 tipos inseguros entrar a la cancha y vi el gol de Canales a los tres minutos. Festejé con mesura, más bien, con un suspiro y tomando jugo de piña. Vi, luego, que los once tipos inseguros, los neuróticos de blanco, retrocedieron con la firme convicción de ganar apenas. Terminó el primer tiempo y, dado como están las cosas, me fui a la casa de otro colocolino a festejar la mitad de un triunfo. Con eso uno se conforma. Con una valiosa victoria de medio tiempo. En el trayecto que demoré en llegar al living de otro hincha burgués, Cobresal metió los tres goles.
Mi amigo estaba mudo porque también se transformó en un hincha que no grita. La noticia me la dio su polola: la derrota, entonces, la notificaba una mujer que sólo vibra con las piernas de los jugadores del Milan. Y así estamos. Los colocolinos nos enfriamos. Se nos perdió el corazón. Benítez se amarra con orgullo a su cargo. Los jugadores culpan enfáticamente al estrés. El estrés, dicen, produce malos pases e inmovilidad. Y hasta un jugador de Cobresal, el autor de un golazo, una humillación que pateó a sesenta metros de Villar, hizo un preciso scanner al plantel: "A Colo Colo le falta carácter".
Lo angustiante es que Colo Colo juega tan mal que nos contagió su desgano. Por dentro, en mi interior, sé que todavía hay un garrero, aunque sea de salón. Señor Salah, señor Benítez: yo, lo juro, necesito con urgencia volver a vibrar. Quiero llorar por un gol épico. Quiero que Lucho Mena jubile con gloria. Ya no pedimos éxito, sólo pedimos empeño. Que vuelva el carácter de los jugadores y el de los hinchas. No nos envenenen el entusiasmo. Yo quiero volver a ser un gritón.
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Alejar el peligro
Se nos había olvidado ganar de esta forma: pidiendo la hora. El domingo estábamos sumando tres puntos frente a Unión jugando mal y ya sólo nos importaba que Gamboa soplara el pitazo final. Cuando no quedaba nada para que terminara el partido, Luis Marín descolgó un centro en el límite del área chica y al caer se hizo el lesionado. El show de costumbre, como si estuviéramos jugando la final de la Libertadores: gestos de dolor, y el árbitro que pide asistencia médica para el golero. Los que seguíamos el partido por televisión vimos la repetición y comprobamos que Marín no tenía nada, salvo el mandato de hacer tiempo y asegurar la victoria por 1-0.
La comedia se deshizo en un par de minutos, Marín recuperó la forma y la U tuvo en los descuentos la fortuna de contragolpear con eficacia y encontrar en los pies de Pato Rubio el 2-0 tranquilizador que nos deja en posición de liguilla. El Seba Martínez, Aránguiz y Lorenzetti fueron de ida y vuelta, pero hubo momentos en que solo se concentraron en la vuelta para ser parte de un murallón azul que el domingo no fue al estadio a ganar de cualquier manera. En eso está convertido el equipo del Fantasma, y Figueroa no es el único responsable. Nosotros también somos parte de ese coro que se alegra cuando sumamos de a tres aunque a la hora del balance nos de cierta tristeza que ya no nos importe la forma en que conseguimos la victoria. El Fantasma y la famosa concesionaria miden y son medidos por resultados y objetivos precisos ajenos a la poesía. No les vengan a ellos con sutilezas del tipo "dar espectáculo o buscar el arco rival con convicción y talento". Como ya se acabó la Copa Chile y la Copa Sudamericana, solo nos queda el campeonato nacional: conseguir el título o en su defecto jugar la liguilla para aspirar a un cupo en la Libertadores o en la Sudamericana como premio de consuelo. Torneos internacionales en los que con este fútbol no tenemos ni una remota posibilidad de hacer algo que perdure. Sufrí contra Unión porque la ventaja siempre fue frágil y en cualquier momento nos empataban para después pasarnos por encima. Sufrí también de ver al equipo jugando a alejar el peligro, como uno más de los tantos equipos ratones que pueblan el mundo del fútbol. Dicen que a los de la U nos gusta sufrir, que somos medio masoquistas. Es cierto: nos encanta que se moje la camiseta, que se luche y que se gane dando batalla. Pero hay momentos en que no nos gusta olvidar que jugar bien, o al menos intentarlo, es un mandato tan importante como sumar de a tres.
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Bonvallet: "Vidal es el mejor '8' del mundo"
El ex volante de la Roja y afamado comentarista de fútbol, destaca la importancia que tuvo para Arturo su paso por el Bayer Leverkusen.
Eduardo Bonvallet es categórico: "Tú puedes poner un tronco al lado de Andrea Pirlo y no va a pasar nada, porque no tiene las condiciones". Así responde a la pregunta de hoyxhoy acerca de si jugar al lado de un campeón del mundo a Arturo Vidal lo ha ayudado a mejorar su nivel y ser considerado como uno de los mejores mediocampistas del mundo en la actualidad.
Entreala
El Gurú descarta el rótulo de volante central para el Rey Arturo: "Vidal no cumple esa función. Él es un entreala derecho, y en esa posición es el mejor del mundo. Para que me entiendas, un entreala es lo que antiguamente era un 8". La ilustración que describe Bonvallet corresponde a uno de los primeros ordenamientos tácticos del fútbol moderno, donde predominaba la formación 2-3-5. El número 8 jugaba entre el puntero derecho y el delantero de área, pero un poco más retrasado para, junto con el número 10, apoyar al número 6, el verdadero volante central y conformar un triángulo de recuperación cuando la escuadra no tenía el balón.
Tradición alemana
Para Eduardo Bonvallet, el paso de Arturo Vidal por Alemania fue clave para consolidarlo y convertirlo en lo que es hoy en día. El Gurú describe todas las mejoras que el Rey Arturo sumó en su paso por tierras teutonas: "Vidal en Alemania mejoró el cabezazo, aprendió a golpear el balón con las dos piernas, adquirió un estado físico envidiable que le ha permitido consolidarse en la Juventus sin haber pasado por tiempo de adaptación", finalizó. Sus palabras justifican la adoración que los hinchas turineses sienten por el chileno, donde su camiseta es la más vendida, asunto que no es menor, ya que comparte camarín, por ejemplo, con Gianluigi Buffon y Andrea Pirlo, ídolos del cuadro turinés.