Me contaron una historia asombrosa. El año pasado en India, un tren atropelló un elefante y su manada volvía día tras día a la estación de trenes en donde había muerto, provocando incluso cortes en el servicio de transporte.

Con esa información me puse a investigar sobre los elefantes y esa particular característica suya. Descubrí que los elefantes son animales gregarios que se juntan en manadas y la estructura está formada por familias, las que son conducidas por una hembra adulta, llamada matriarca.

Cuando hay demasiados en el grupo o el alimento es escaso, se separan en grupos más pequeños y así existe una mayor probabilidad de supervivencia. Los expertos opinan que la manada de elefantes mantiene un vínculo tan fuerte entre sí que, cuando un miembro muere, siguen acudiendo al lugar de su partida, ya que comprenden que han perdido a uno de los suyos y consideran que su llegada es una forma de duelo.

Cuentan que cuando un elefante muere en su hábitat natural, otros miembros de su clan lo cubren con ramas y palos en una especie de rito funerario.

Y pensé ¡qué extraordinarios que son los animales! Tienen unas cualidades dignas de mitos y fábulas. Y además, dicen que los elefantes nunca olvidan.

En estado salvaje parecen recordar durante años las relaciones con cientos de otros elefantes, algunos de los cuales pueden ver sólo en ocasiones.

Y prueba de aquello es la conmovedora historia de Shirley y Jenny, dos elefantas que convivieron en el mismo circo 20 años antes de su reencuentro en el santuario de elefantes de Tennessee, EE.UU..

Una llegó tres años antes que la otra, pero ambas mostraban graves secuelas físicas y psicológicas por los años de maltrato y explotación que cada una vivió en circos. Las dejaron en lugares separados por si peleaban. Pero en el instante en que se vieron, recordaron. Comenzaron a acariciarse con sus trompas, a través de los barrotes, mientras mantenían una conversación de rugidos. Pasaron toda la noche juntas y hasta consiguieron doblar los gruesos barrotes.

Por la mañana les abrieron la puerta y, al juntarse, salieron abrazándose y juntando sus lomos por el bosque que rodea el santuario. Simplemente, una de las cosas más emocionantes que he visto (el video está en Youtube).

¿Y de qué nos sirve este relato? se preguntarán. Pues para aprender todo lo que un animal puede enseñarnos. Porque si somos los animales más inteligentes de esta tierra debiésemos ser más como los elefantes, llenos de amor con sus pares, respetuosos con los miembros de sus familias y humildes para olvidar todo el sufrimiento que un humano causa.

Los perros también necesitan que alguien se preocupe de cepillarlos enteros, ya que, de esa forma, vamos soltando el pelo que está enredado, sacando el que ya está muerto y removiendo además la suciedad y los parásitos. Por otro lado, con esta acción estimulamos la circulación de la sangre por su piel, generando que su pelaje adopte un aspecto más sano y brillante. Para hacer esto es necesario tener los instrumentos adecuados, los cuales pueden ser adquiridos en supermercados y tiendas del rubro.

La perrita Bonnie es temeraria como la histórica villana Bonnie Parker. Además, sacó toda la inteligencia y entereza de los ninja. Como si de Kill Bill se tratase salta rejas, abre ventanas y se lanza al vacío rompiendo floreros y otros objetos valiosos.

"Sí amigas, soy demasiado bello, lo sé. Soy un fanático de sacarme fotos a mí mismo, ya que -como ustedes entenderán- debo sacarle partido a mi hermosura. Mi camisa topísima me la compró mi mamá humana que amo mucho."

No, no es el perro de La Máscara. Es Laila, una coqueta cachorra que deslumbra a todos con su inmensa y perfecta sonrisa. También le encanta recibir con muchos besos a su amigo humano, Ricardo, cuando éste llega a casa.