• Dejar al hombre bueno

    el pais intimo

    Las relaciones amorosas nunca han sido un terreno fácil, su geografía se compone de montañas de satisfacción y de escarpados valles de lágrimas. De modo que no pocas veces, las ilusiones y promesas de eternidad se ven rotas o traicionadas en el camino.

    Quizás lo novedoso de lo que ocurre en estos días, es el hecho de que más de la mitad de los divorcios sean impulsados por mujeres. Se podría pensar rápidamente que esto se debe a los cambios sociológicos: una mujer separada hoy no tiene el mismo estigma que hace cincuenta años. Entonces se trataría de la valentía que permiten los tiempos. Nada nuevo.

    Sin embargo, hay algo que comenzó a emerger en el discurso de muchas mujeres que toman esta decisión. Y es que afirman -no sin culpa y cierto desconcierto- que se aburrieron del hombre bueno. Nuestras abuelas, seguro que también se aburrían -el matrimonio nunca se ha tratado de ver permanentemente fuegos artificiales- pero se cabreaban del hombre malo. Las quejas de nuestras antecesoras, en mayor medida tenían que ver con ser víctimas de infidelidad, del abandono afectivo, de la borrachera de sus hombres, etcétera.

    El aburrimiento del hombre bueno -de ese que ha estado comprometido con el proyecto familiar, buen padre, colaborador- genera en esas mujeres la disonancia de dejar de amar a alguien a quien se quiere mucho. Frente a la falta de justificación para victimizarse y explicar el desamor, deben hacerse responsables de lo que sienten y quieren. Y eso genera también mucho dolor, siempre es más fácil irse culpando a otros.

    ¿Qué le está ocurriendo a las mujeres con el nuevo hombre? Ese que durante décadas hemos solicitado a gritos.

    Lejos de caer en las nostalgias reaccionarias que suponen que todo tiempo pasado fue mejor y que -aunque con imperfecciones- las relaciones antes eran más duraderas. Pienso que es justo y necesario que las mujeres nos preguntemos, si nosotras hemos estado a la altura de los cambios que lo masculino ha cedido.

    Por mucho tiempo nos quejamos de que queríamos a un hombre feminizado en cierto grado, entregado y familiar; pero al mismo tiempo seguimos sosteniendo el deseo por el macho alfa, protector e idealizado. Entonces ocurre que para muchas resulta difícil ver en el podio al hombre que perciben demasiado domesticado, eso provoca un amor deserotizado. Sintiendo que duermen con un hermano. Hasta que se llega al punto en que se pronuncia esa frase terminal: "Ya no lo admiro". Ese eufemismo de castración final del hombre por una mujer.

    Por más consejos que esa mujer reciba "si es un buen hombre", "te vas a quedar sola", etcétera, no hay caso. No amar, aún cuando uno se sienta amado, provoca mucha infelicidad. Uno no se puede traicionar a uno mismo.

    El problema está en pedirle a ese hombre bueno que esté siempre de pie, que responda a nuestras solicitudes, que siempre sea fogoso, que nos entretenga, que nunca se deprima, que se ponga los pantalones, es una canallada y al mismo tiempo es pegarnos la zancadilla. Canallada por que dañamos la moral de ese hombre al que culpamos de nuestra insatisfacción crónica, como si por una falta de hombredad de él nosotras no alcanzamos la plenitud soñada. Y una zancadilla, porque hasta cierto punto ese deseo por el hombre alfa, es un llamado al hombre de las cavernas. Un retorno de la dominancia de lo masculino.

    Y no pocas veces ocurre que justamente esas mismas mujeres que dejaron al hombre bueno, luego se quedan pegadas en relaciones con hombres a quienes miran hacia arriba, pero donde el sentimiento hacia ellas no es recíproco.

    Será trabajo de cada mujer resolver de algún modo esa condición histérica del deseo -buscar lo que no se tiene, lo difícil- de una manera en que no boicotee una buena relación. Preguntarse qué significa eso de admirar a un hombre, ¿que éste siempre se vea potente? ¿Es posible que una mujer ame la debilidad de un hombre?

    Básicamente el desafío de las mujeres es aprender a relacionarnos en pareja, no sólo desde la demanda hacia el otro; sino que de acoger al ser humano que está al lado. Que está igual de fracturado que nosotras.

    Dejar de sostener que si no tenemos al lado al hombre del garrote, estamos entonces con un macho penca; es un imperativo para la posibilidad del amor del bueno.

    Si siente que está aburrida porque su hombre es fome, primero pregúntese qué está dando usted a sí misma. Quizás usted pueda despertarlo a él.

  • Los beneficios para la salud que genera la masturbación frecuente

    Según las cifras de la revista Psychology Today, un 95% de los hombres sucumben ante la autoestimulación y un 89% de las mujeres dijeron hacerlo reiteradas veces.

    Durante mucho tiempo, la autoestimulación era un tema tabú, donde siempre se conocía que los hombres lo practicaban, pero las mujeres lo negaban. Hoy, este ámbito de la sexualidad, se entiende como lo que es: normal y natural. Y así lo reafirman las cifras publicadas en un estudio estadounidense que se publicó en la revista de sicología Phychology Today.

    En una muestra de hombres y mujeres de 18 a 50 años, un 95% de ellos y un 89% de ellas dicen masturbarse con frecuencia, y la mitad afirmó hacerlo diariamente. Además, se evidenció que quienes mantienen relaciones sexuales con constancia, se masturban más que los que llevan un tiempo sin hacerlo. Esto se explica, en los hombres, por el aumento de la testosterona durante el periodo de actividad sexual, que conduce a un mayor apetito sexual, generando un círculo virtuoso.

    Un incentivo para quienes no han indagado en este placer es que el orgasmo obtenido en solitario es, salvo en contadas excepciones, más intenso que el procurado en una relación con la pareja. En el caso de las mujeres, además, este se alcanza en aproximadamente cuatro minutos, frente a los 15 y 20 minutos que demora en compañía. Además, la autoestimulación mejora el ánimo y favorece la relajación.

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