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La salud mental de los chilenos
el pais intimo
De acuerdo a los últimos datos entregados por la Asociación Chilena de Seguridad, el 48% de las licencias médicas corresponde a problemas de salud mental. Cifra que ha aumentado un 82% en los últimos diez años.
¿Somos cada vez más infelices? ¿Acaso la depresión se transmite como epidemia? Paradójicamente, el Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, PNUD de 2012, indicó que el bienestar subjetivo de los chilenos se incrementó considerablemente respecto de los años noventa; aún cuando la crítica social aumentó.
Entonces, o bien hay un sobre diagnóstico de trastornos psiquiátricos, que están patologizando dificultades de la vida cotidiana, o bien, se trata de problemas sociales que están siendo abordados por la vía de la psicología individual.
Respecto de la primera hipótesis -abuso de diagnósticos en salud mental- el psiquiatra Allen Frances, quien dirigió durante mucho tiempo el gran manual de las enfermedades mentales DSM, es hoy uno de sus mayores críticos. Señala que en la última versión de esta suerte de biblia psiquiátrica, básicamente todos estaríamos enfermos. Si estás triste por más de dos semanas, tienes una depresión; si de cuando en cuando tienes un bajón de hambre, eres un comedor compulsivo.
Para Frances, es el impacto que ha tenido el poder farmacéutico y su incursión en la publicidad lo que ha incidido en que se establezcan nuevos diagnósticos a destajo. Yo agregaría que esta industria se ve alimentada por un discurso de una cultura hedonista, con cero tolerancia al dolor. ¿En qué momento ocurrió que en cada esquina se instaló una farmacia?, transformándose en una especie de iglesia posmoderna: el lugar para anestesiarse.
Frances considera especialmente preocupante esta hiper psiquiatrización en la infancia. Reconoce que al instalar los criterios para el diagnóstico de la hiperactividad, se esperaba que estos aumentaran en un 15%; sin embargo, en 1997, al aparecer nuevos fármacos más caros y con la posibilidad de ser publicitados, el diagnóstico aumentó en un 40%.
Tristeza movilizadora
Sin ánimo de satanizar a la farmacología, ya que al estar bien indicada en casos que lo ameritan es altamente beneficiosa, hay que reconocer que se ha convertido en la panacea contemporánea, quitándole la dignidad a la tristeza, como estado humano, por cierto, muchas veces movilizador. Se trata como trastorno el malestar propio de existir. Ese que es el costo de vivir con otros en sociedad: la competencia, los celos, el desamor, la envidia, etc. Ese, que no se puede borrar, sino que hay que aprender a hacer algo con él. Pero hoy se vive una especie de cobardía moral, donde es más fácil declararse enfermo que reconocer la incomodidad con la situación de vida.
Debo reconocer que muchas veces es mi profesión, la psicología, cómplice de esta situación. Quizás por ser una disciplina acomplejada, por no formar parte del cuerpo médico, por ende subpagada, que se somete a la psiquiatría como un hermano menor, olvidando que nosotros trabajamos con sujetos, no cerebros, de manera que la pega es otorgarle la palabra al que sufre, no realizar diagnósticos apresurados y ofrecer tratamientos mágicos.
Respecto, a la segunda hipótesis que planteaba más arriba, es posible también que este aumento en las licencias laborales por salud mental refleje un asunto de orden social.
Trabajé en los inicios de la existencia del Programa Nacional de Depresión, en un consultorio de atención primaria. Los usuarios eran principalmente mujeres policonsultantes, esas pacientes que buscaban ayuda cada semana por causas diversas. El tratamiento contemplaba fármacos, sesiones de terapia individual y grupal. Y era esta última instancia, el encuentro grupal, el que parecía tener muy buenos resultados. Muchas mujeres estaban solas y necesitaban hablar con otros. Y es justamente esto lo que en Chile se quebró hace 40 años, el tejido social, primero por miedo político. Luego, en los noventa, nos dijeron que debíamos temer a la delincuencia. Nos fuimos encerrando, el pánico y la soledad se convirtieron en el mal contemporáneo.
Posiblemente, los resultados del PNUD de 2012, que mostraban que el 77% de los chilenos decía considerarse feliz, aún cuando más críticos con lo socio-político, tenía que ver con el efecto de salir a la calle, volver a tomarse lo público -no sólo los espacios, si no también la palabra- ser parte de una causa, estar junto a otros. El tejido social es, sin duda, un factor protector de la salud mental. Al contrario de lo que muchos pueden suponer, la gente que trabaja indica una mayor satisfacción personal que quienes se quedan en la casa.
Entonces, hay que preguntarse por las condiciones laborales de muchos chilenos, que hoy más que un lugar de arraigo social, se pueden convertir en un infierno. Y eso es un asunto que nos compete a todos. No basta con ofrecerle la pastilla a ese que quedó herido en el camino.
Si se siente raro no corra tan rápido a la farmacia. Muchas veces el malestar, y cierto grado de locura, son los motores para una vida mejor.