Por primera vez, en mucho tiempo, el Chino Ríos, Massú y González, volvieron a estar juntos en un court para Copa Davis. Y se notó. La gente los miró, los saludó, los aplaudió, les pidió fotos y los trató como ídolos. El resultado de la competencia con Perú dependía de otros jugadores, del futuro, pero la participación de los históricos fue una clave importante el fin de semana en el estadio Palestino. Ahí estaba Nicolás, como el entrenador aguerrido que gritaba puntos, Fernando como el comentarista de TVN que analizaba los puntos importantes, y Marcelo, que apareció y desapareció todo el fin de semana. No se sabía exactamente dónde estaba. No estuvo nunca una hora en un mismo lugar, y se paseaba nervioso por todos lados. Pero estuvo en un momento clave, el viernes, en el instante más difícil de toda la serie: cuando Christian Garín no sabía si tirar el partido de una vez o pelearlo hasta el final.

El Chino le gritó un par de consejos que le permitieron llevarse el triunfo, abrir la serie, encaminar el 5 a 0 final, contundente, que en cifras se ve lapidario pero que fue más estrecho.

Massú, como técnico, pone el trabajo y el sacrificio y la garra. El Chino, como asesor, pone los toques de genialidad.

Así como el viernes fue el día de los nervios, el sábado fue el día raro. Perú mandaba a retirar a su embajador de Chile esa misma mañana, en un court donde los espectadores seguían el partido de dobles con los ojos mientras escuchaban por radio las formalizaciones por el Caso Penta.

El domingo vino el relajo. Por el triunfo, y por el futuro. Nicolás Jarry terminó ganando sus dos partidos de singles, marcando el contundente debut del nieto de Jaime Fillol. Y Hans Podlipnik, número uno de Chile, dejó a los peruanos en cero. Hay futuro en el tenis, fue el alivio con que los espectadores abandonaron el Club Palestino.