Cuando Ricardo Siri, alias Liniers, ilustró la portada de The New Yorker en marzo de 2014, anotó un hito: se convirtió en el segundo argentino en llegar a la tapa de la revista norteamericana. Antes sólo lo había conseguido el Papa Francisco.

El hito, claro, le valió una horda de aplausos internacionales. Medios reputados de su país destacaron el hecho. Y Liniers, que ya era una celebridad, se hizo aún más famoso. Un crítico, sin embargo, lo enjuició públicamente: dijo que el dibujante había traicionado su estilo y que la tapa no representaba su esencia. Dijo, en definitiva, y literalmente, que Liniers se había vendido.

¿Tiene precio, Liniers?

¿Cómo me voy a vender? Nada me pone más feliz que entrar a una revista que en los últimos 90 años publicó a Steinberg, a Robert Crumb, a los mejores dibujantes. Les hubiese pagado yo.

¿Es la cumbre del ilustrador?

Es una etapa muy linda, pero hay mil cumbres diferentes. Supongo que cada uno puede encontrar la suya. Pero es algo que a mí me da mucho. Ahí escribían Salinger, Navokov. Tienen las mejores plumas, los mejores dibujantes, es lindo entrar al fondo de esa lista.

Macanudo

El día que apareció la primera tira cómica de Macanuda, el año 2002 en La Nación, Liniers, su autor, no le daba más que un par de años de vida. Y tampoco una existencia mucho más allá de Buenos Aires.

La creación, sin embargo, acaparó a miles de fans sumamente fieles y comenzó a ser publicada en toda Latinoamérica. También en Chile, donde aparece día a día en este diario. Se tradujo, además, a idiomas tan lejanos como el checo o el italiano. Y actualmente una publicación de Corea del Sur negocia por sus derechos.

Es, de alguna manera, un patrimonio universal.

¿Qué tiene Macanudo que llegó a todo el mundo?

No sé por qué será tan universal. Es un misterio. Y creo que el único que sabe la respuesta es "El misterioso hombre de negro".

Acaba de salir Macanudo 7, ¿por qué cree que 13 años después sigue tan vivo?

Por ahora porque me sigo divirtiendo. No creo que dure 50 años como duró la tira de Snoopy. Pero mientras lo siga disfrutando y me siga sorprendiendo, seguirá.

¿Y el público, Liniers?

Supongo que le pasará lo mismo al lector. No sabés qué va a venir al otro día. Si va a ser una tira de Fellini, de la Vaca Cinéfila. Yo no sé cómo es la gente. Los programas de TV dicen "la gente es así, es asá". Yo no tengo la menor idea.

¿Y le interesa saber?

Sí, todo me da curiosidad. Hay veces que a uno le da orgullo ser parte de la especie humana. Y otras en que lees Twitter y se te va toda la confianza.

¿Le teme a las redes sociales?

No, me divierten. Es un espacio nuevo y es muy raro. Pero cuando se vuelve oscuro y perverso me angustia. Hay un espacio de anarquía, pero inevitablemente tenés que toparte con que la gente es asombrosamente idiota de vez en cuando.

¿Qué ilustrador chileno te genera algo especial?

Hay toda una generación nueva de dibujantes maravillosa. Está Francisco Olea, finísimo. Maliqui, que es una genia. Mala Imagen. Y hay una chica que se llama Catalina Bu, que tiene Diario de un Solo que es una maravilla.

La fama

hoyxhoy le insinúa a Liniers que es una celebridad, y él, la celebridad, suelta un quejido honesto: "Naaah". Reconoce, eso sí, que la gente lo saluda en la calle. Que ciudadanos comunes le estiran la mano. Y que eso, que al comienzo resultó "simpático", hoy le genera angustia. Es, dice, el costo de ser famoso.

¿Cuánto cuesta la fama?

Depende de la personalidad. Claramente para Kurt Cobain fue un costo bastante alto. Para Jim Morrisson también. No es gente que estaba hecha para ser famoso. Uno que es menos profundo y menos sensible que ellos, no tiene que pagar ese precio.

¿Le perturba el reconocimiento?

Al principio era simpático. Pero llega un punto en que llega a ser demasiado. Es una especie de cacofonía molesta. Entonces te imaginás para alguien como Kurt Cobain tiene que haber sido insufrible.