• Ese narcisismo silencioso

    En mi última visita al dentista quedó en evidencia la fragilidad de mi verdad. Durante años pensé que era la muela izquierda la que ya no tenía vida tras un tratamiento de conducto, concluyendo cada vez que me dolía que se trataba de una idea errada, desacreditando el mensaje de la carne. Bueno, ahora me entero que la muela intervenida fue la derecha, esa era la insensible, no la otra. Pero he vivido casi 20 años cargada en los avatares izquierdos, sin darme cuenta de la operación silenciosa de mi lado derecho.

    ¡Y no me di cuenta! Porque quizás es más fácil ver la contradicción de los otros que la propia. Porque uno trata de ser un soldado de su verdad, sin leer a veces lo que a uno le duele o, por cierto, donde hace doler a los otros. Si hay algo terrible es darse cuenta de las propias contradicciones. Freud decía, que aunque uno no lo sepa, uno siempre está más a la derecha o a la izquierda de lo que cree.

    Si pienso en los tiempos que corren, diría que la discusión está cargada a la izquierda. Son tiempos de reivindicaciones sociales, y bien por eso, porque la injusticia duele. Pero hay que reconocer que también cumple su cuota de reivindicación del ego; luchar por el más débil, nos hace mejores personas. Por eso puede ocurrir que defendamos causas perdidas de antemano, sin embargo, igual nos sintamos mejor con nosotros mismos.

    Tanto así, que hoy ni siquiera la derecha política dice que es de derecha. Ya no solo el ex presidente Piñera, quien en su subjetividad variopinta gustaba vociferar de su parte mapuche y su histórico voto por el "No", como si ser parte de la coalición de derecha fuese una especie de mala coincidencia. Pero hoy está lejos de ser el único, hoy las nuevas y viejas agrupaciones de la derecha política se declaran de "algo" llamado centro. Por supuesto que en la izquierda también hay rencillas por definir quienes son los verdaderos militantes de la ideología y quienes los infieles.

    Será por que hoy la información se democratizó, que ni las injusticias ni la corrupción pasan desapercibidas; hoy no se mueve ni una hoja sin que la opinión pública se entere y castigue. Hay más voces y por cierto que hay que escucharlas. Quizás de ahí que la cosa se dibuje hoy como una derecha que se niega así misma y una masa sensible al centro o a la izquierda; pero sobre todo aparece la figura de portar una verdad que pretende desmantelar el poder de los malos. Todos seríamos esas "almas bellas", que buscamos lo mejor para todos, y allá afuera siempre hay algún villano digno de destruir.

    Y me pregunto, ¿por qué la derecha, esa que defiende descarnadamente los valores neoliberales está tan callada? Tan callada que parece que ni siquiera requiere de un partido político que le haga propaganda. ¿No será que tenemos esa moral trabajando en silencio; tal como mi muela derecha, todo ese tiempo ahí y yo distraída pensando que todo pasaba al otro extremo de mi boca? Pregunto simplemente, porque si bien hablamos de solidaridad y amor al prójimo, nos andamos sacando los ojos con una furia desmedida.

    Cada vez con mayor frecuencia en la intimidad de las confesiones en el diván, se escucha la búsqueda de la salvación individual, a través de algún culto al yoismo: más autoestima, ser más líder, imponer el pensamiento propio antes que estar dispuestos a escuchar. Hoy parece que ser especial, se ha convertido en algo bastante más importante que el aprender a ser uno más entre otros. Parece más relevante saber defender una idea, que tener la nobleza de ir a una discusión dispuesto a cambiar de opinión.

    El problema es que asumirnos mejores que los demás, puede inflar el narcisismo que nos habita, y corroer nuestras intenciones humanas y bondadosas sin tener noticia de aquello.

    Como dice un amigo: si uno no reconoce al extremista que habita en uno mismo para lograr desmantelarlo reflexivamente; difícil es que las políticas sociales se encarnen en prácticas cotidianas genuinamente amables.

  • Energía magnética en el cerebro ayudaría a ser menos intolerante

    Nueva investigación reveló que cierta dosis en una zona específica de la mente, podría disminuir el rechazo hacia los inmigrantes y sus creencias religiosas.

    Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Nueva York, demostró que se puede desactivar la intolerancia hacia los inmigrantes que sienten algunas personas. Para llevar a cabo la hazaña, utilizaron energía magnética en una zona concreta del cerebro, la corteza posterior medial frontal, que se activa cuando intentamos resolver problemas y actuar ante conflictos o amenazas, y que tiene como efectos colaterales, la disminución de la creencia religiosa y el rechazo experimentado a los inmigrantes. Según los expertos, de este descubrimiento se extrae otro hallazgo importante: que las creencias religiosas o ciertas ideas intolerantes como ciertas actitudes ante la inmigración son en cierta medida formas de resolver problemas. El primer caso sería con respecto a la muerte y el segundo, un sentimiento de amenaza.

    En la investigación se seleccionaron a 39 estudiantes políticamente moderados como sujetos de prueba y los dividieron en dos grupos. Al primero, se le dio una dosis mínima de magnetismo que no era suficientemente fuerte como para influir en la actividad cerebral, mientras que al otro se le aplicó la dosis de magnetismo necesaria para poder alterar la corteza temporalmente. Después, se pidió a los sujetos de prueba que pensaran y les hablarán sobre la muerte, sus creencias religiosas y los sentimientos que les provocaba la inmigración. Las respuestas concluyeron que un 32,8% aseguraba creer menos en Dios, los ángeles o el cielo. En tanto, un 28,5 % demostró una tolerancia superior hacia los inmigrantes que llegaban a su país.

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