• Bangkok sin fiesta y sin rey

    Tailandia fue noticia mundial por la muerte de su monarca, que llevaba 70 años en el cargo y que era llamado "El padre" del país. Así cambió por el luto la capital tailandesa, uno de los centros mundiales de la fiesta.

    Diego Figueroa - Desde Tailandia

    "¡Quindai, quindai!", responde el mesero tailandés a un grupo de latinos que se miran entre sí sin entender nada. Mueve las manos en forma de negación y repite esa frase con el característico acento local, agudo y acentuado en las últimas silabas. Lo que ellos se preguntan, al igual que los cientos de turistas que llegaron la noche del jueves 13 de octubre a Khao San Road, la principal calle nocturna de Bangkok, es por qué no hay música. Por qué en el corazón del carrete de una de las ciudades más bohemias del mundo sólo hay silencio. "Quindai, quindai", sigue respondiendo el garzón.

    "Lo que les está diciendo es que se murió el Rey y están de luto. Hoy no hay fiesta, chicos. 'The king died', es lo que trata de pronunciar", les tradujo un argentino que pasaba detrás de ellos y que ya se había enterado de la noticia.

    Ese día a las 19:00 horas el gobierno confirmó, en cadena nacional, que Bhumibol Adulyadej, el Rey local desde hace exactas siete décadas, había muerto a los 88 años, aquejado por problemas pulmonares y cardíacos que lo perseguían. Se decretó 12 meses de bandera a media asta y uno de duelo nacional. Hasta el martes 18 se prohibió la venta de alcohol en almacenes y los bares debían cerrar temprano. No se podía prender música en los lugares públicos de una ciudad, tan conocida por la vida nocturna, que fue la locación de la película "Qué pasó ayer. Parte 2".

    De los clichés de la ciudad sólo se veía la clásica rutina: vendedores ambulantes tratando de hacerse los graciosos con los visitantes de países ricos, que aceptan comprar productos que no necesitan. Ellos pagan un precio que en su país no les alcanzaría para financiar ni siquiera dos sorbos de cerveza y exigen a cambio que el comerciante se quede ahí, les hacen bromas pesadas o los retienen por varios minutos pidiéndole yapas o que les hagan un show. En este caso lo que compraban eran globos con gas que utilizaban como drogas momentáneas o insectos disecados comestibles: alacranes, gusanos, arañas.

    Los turistas no sólo se vieron afectados en las fiestas. El Gran Palacio, uno de los templos más atractivos para los visitantes, estaba cerrado para extranjeros. Sólo podían ingresar residentes, de luto, a una ceremonia para despedir al monarca. La plaza contigua se llenó de gente que, incluso, en los días siguientes llegaría a acampar para asegurar un mejor lugar en la fila.

    Otros templos

    ¿Qué visitar si dos de los principales atractivos están cerrados? Primero, los templos. Hay decenas de edificaciones budistas, que destacan por sus llamativas estéticas y por los monumentos que los fieles llegan a adorar. Los más populares son Wat Pho, donde hay un gigantesco buda acostado de 46 metros de largo y 15 de alto, y Wat Arun, que es codiciado por sus detallistas jardines. Otro es Wat Saket, que significa montaña dorada. Está sobre un cerro y tiene un mirador en 360 grados que permite ubicarse y sacar buenas fotos.

    El tren de la feria

    Hacia las afuera de Bangkok, a una hora y media de viaje por tierra, está otra de las grandes atracciones: el mercado flotante del distrito de Ratchaburi. Las fotos muestran cómo la gente se sube a balsas para remar y poder comprar a locatarios que venden frutas, verduras y artesanías desde otros botes. Quienes llegan por agencias turísticas sólo estarán en una embarcación cinco minutos y luego los bajarán a comprar en las ferias terrestres colindantes. Existe la opción de arrendar un bote por media hora a 300 bahts, casi $6 mil, y hay atracciones: sacarse fotos con boas, por ejemplo, actividad que es fuertemente cuestionada por muchos turistas a causa del maltrato animal.

    A sólo 40 kilómetros de allí se puede visitar la popular feria de Mae Klong, que tiene una particularidad: está instalada sobre la línea de un tren. Cada vez que los vagones se acercan, los vendedores deben desarmar a toda velocidad sus kioskos, para no ser atropellados. Apenas se va, vuelven armar sus tiendas. El ferrocarril se construyó en 1905 y los dueños de los puestos no quiseron cambiarse del lugar donde trabajaban así es que decidieron adaptarse a la nueva realidad.

    Es la regla numero uno para los turistas en Bangkok. Todos los comerciantes callejeros inflan los precios. Los latinos lo saben -y los otros lo van aprendiendo-: todo es regateable. El consejo es que la primera oferta sea un tercio de lo que te ofrecen. Al principio da pudor, luego se entiende que ellos no aceptarán nunca un precio que no les convenga.

    Muchos se asustan por el aspecto, pero pocos se arrepienten cuando comen en la calle. Ahí, la comida tradicional queda bien preparada, es mejor que en los restoranes y se paga menos de la mitad: un plato de arroz, pollo y especias cuesta $800. La especialidad es el Pad Thai, que es un salteado de verduras con fideos de arroz y salsa de pescado.


    Regatear todo


    Comer en la calle

    6,3 millones de habitantes tiene Bangkok, la capital de Tailandia.

    800 pesos chilenos puede costar un buen y sano almuerzo callejero.

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