• Hombres: ¡A cerrar las piernas!

    por constanza michelson / @psicocity

    El transporte público de Madrid incorporó en su señalética la advertencia en contra del desparramo a la hora de sentarse. Mostrando la imagen tachada de un sujeto con las piernas muy abiertas.

    Esta idea surge a raíz de un petitorio firmado por colectivos feministas, que alegaron en contra de lo que hoy se ha llamado manspreading: el desparramo masculino. Neologismo que surge para apuntar al hombre que abre sus piernas al sentarse, obligando a la mujer que tiene al lado a encogerse. Así, el símbolo de la advertencia, lejos de ser neutro y apelar a la civilidad general, instala su significado estereotipando una conducta masculina.

    Las luchas de las mujeres, metafóricamente, han tenido como uno de sus objetivos liberarnos para abrir las piernas, en lo social, en lo sexual, es decir, ser expansivas en la cultura sin culpa y sin sanciones. ¿Entonces por qué tendríamos que devolver con la misma moneda y mandar a los hombres a encogerse?

    Seamos francos, el desparramo del otro es una incomodidad. Sea o no consciente de su conducta, el florero de mesa, el que secuestra la palabra en una conversación, el que se roba la película, los que ocupan algunos centímetros más del espacio que les corresponde en la silla, dejan contrariados a quienes parecen ser para ese sujeto sólo su público o simplemente una anécdota. Afortunadamente hoy, no sólo los hombres pueden ser expansivos en lo público. Sino que la gente desparramada de cualquier género puede expresarse y disgustar, tanto como hay otros que se encogen, ya sea por buena voluntad o por inhibición.

    Así como me han tocado varones que despliegan su humanidad sin mirar si se están tomando el espacio ajeno, he agradecido a otros que me han ayudado en la vía pública, lo mismo con mujeres, algunas de mayor o menor noción de civilidad. El desparramo se oculta incluso en quienes se sienten seres de luz: lleguen tarde a una clase de yoga, y a pesar de tanto shanti om por la paz mundial, vean cuantos están dispuestos a ceder algo de su espacio tomado.

    Hay luchas que las mujeres debemos dar por la equidad. Pero otra cosa es usar el poder creciente del activismo como mecanismo de control social y justificar cualquier acto -incluso los regresivos- en la causa. Un feminismo complaciente y sin autocrítica no me representa, no cuando es usado para callar y hacer sentir culpable a quienes disientan en relación a algún tema.

    La falta de auto revisión del activismo puede caer en definiciones, que terminan sirviendo a un modelo, que es precisamente, parte del problema de las mujeres y las minorías. Me refiero al individualismo como paradigma de la sociedad de consumo. A veces se acentúa la pelea porque cada uno se encoja en lo privado de su espacio sin molestar al otro, perdiendo de vista la lucha por la solidaridad. Tiene consecuencias distintas tratar el tema del desparramo en el transporte como un asunto del feminismo que de civilidad. Ésta última no se fomenta amedrentando -menos, estereotipando a uno de los sexos- ni levantando el individualismo como paradigma de lo social. Sino que con justicia para resguardar el tejido social.

    El mundo es con personas desparramadas, es con tensiones, pero también con concesiones entre nosotros. Aspirar a eliminar toda molestia proveniente del otro es promover la segregación y la asfixia del control social. Nadie sabe para quién trabaja.

    "El mundo es con personas desparramadas, es con tensiones, pero también con concesiones entre nosotros."

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