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Chilenos salvan árboles únicos en el mundo para alimentar picaflores
Una misión de agrónomos y biólogos trabaja en Juan Fernández para rescatar a dos especies casi extintas.
V. Barahona
El Archipiélago de Juan Fernández, formado por la islas Robinson Crusoe (personaje homónimo de la novela del inglés Daniel Defoe), Alejandro Selkirk (el ser humano cuya historia inspiró el libro) y el islote Santa Clara, se ubica a más de 24 horas de navegación por el Océano Pacífico desde Valparaíso. Esta lejanía permite que allí se conserven especies de animales y flora que se creían extintas, así como otras que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.
Uno de los seres más emblemáticos en este escenario es el picaflor de Juan Fernández, especie endémica reconocible a simple vista por su plumaje rojizo entre el bosque y, por sobre todo, por lo agudo del canto que emite mientras se posa al comer.
Los árboles que le brindan comida y abrigo también crecen sólo en estas tres islas: son el Sophora fernandeziana y Sophora masafuerana, ambos en peligro de extinción, señaló la Universidad de Concepción (UdeC), desde donde partió un grupo de académicos de Agronomía junto a funcionarios de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) a protegerlos.
La investigadora Macarena Gerding desde 2023 se ha reunido con isleños, ambientalistas y personal técnico, quienes "en estos encuentros me comentaban que el árbol que está en Robinson Crusoe produce muchas flores, entonces es muy importante para la mantención del picaflor de Juan Fernández, que también se ha visto afectado por la disminución del árbol Sophora fernandeziana, que es muy florido y se alimenta de ellos".
"Actualmente ven a este picaflor en la ciudad (que está en Robinson Crusoe, donde se ubican el embarcadero y el helipuerto, además de casas, una escuela y pequeños negocios), donde hay más flores ornamentales. En los bosques ya no se ve tanto", señaló la académica.
Gerding visitó la zona junto a la profesional ejecutora del proyecto, la también agrónoma Tamara Quezada y el ingeniero forestal y botánico Jaime Espejo, equipo que además participó en el rescate del toromiro, el árbol endémico extinto de Rapa Nui.
"Hemos realizado un trabajo muy parecido", afirmó Espejo, "pero ahora enfocados en estas otras especies que aún estamos a tiempo de rescatarlas antes de que se extingan" y, con ello, pongan en riesgo la alimentación del picaflor.
Conejos invasores
Gerding explicó que "lo que hicimos fue buscar microorganismos simbiontes que fueran benéficos para las especies mencionadas, (... y) son claves en el restablecimiento de los bosques del lugar por su aporte en nitrógeno, además se encuentran en muy baja población".
Esto debe a que desde hace mucho tiempo la Sophora Fernandeziana, también conocida como madera dura o leña dura, se ha utilizado para la construcción de embarcaciones o como carbón, se ha visto muy afectada, sobre todo en el último tiempo, por conejos (llevados desde el continente) y roedores.
"Estos animales invasores se alimentan de los renovales, las semillas y las plantas que están emergiendo. Entonces el tema es que hay que plantarlas y protegerlas", destacó la académica. A los mamíferos señalados, se añade la introducción de zarzamoras donde se refugian.
"Produce muchas flores, entonces es muy importante para la mantención del picaflor.
macarena gerding, agrónoma"
2023 comenzaron las labores en las islas, que todavía continúan.
2020 el picaflor de Juan Fernández entró en la Lista Roja de peligro de extinción.
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Hallan nidos fósiles de abejas en las mandíbulas de mamíferos prehistóricos
El polen permitió saber que eran abejas y no avispas, algo poco habitual.
Las abejas prefieren construir su nidos al aire libre, pero un estudio encontró, en República Dominicana, el primer caso conocido de nidos fósiles que fueron hechos dentro de las mandíbulas de mamíferos prehistóricos, previamente fosilizadas.
La investigación de los museos estadounidenses Field, en Chicago, y de Historia Natural, en Florida, fue publicada en la plaforma Royal Society Open Science, donde se indicó que las pruebas fueron halladas en una cueva que hace unos 20.000 años fue, durante generaciones, el hogar de lechuzas gigantes, de acuerdo a los huesos y cáscaras de huevos allí encontrados.
Las aves en ocasiones llevaban sus presas al interior de la cueva, especialmente un roedor llamado hutía, o vomitaban bolas de pelo que contenían sus huesos, los que caían al suelo, hasta que se fosilizaron.
Los científicos encontraron mandíbulas fósiles en cuyos alvéolos (los agujeros en que se insertan las raíces de los dientes) había un revestimiento interior liso, a diferencia de la textura rugosa del hueso: se había visto algo similar en fósiles de dinosaurios en EE.UU., con nidos de avispas.
Sin embargo, en los nidos había granos de polen antiguo, es decir, que abejas madres lo sellaron para alimentar a sus crías. La causa de por qué estaban ahí y no al aire libre sería la falta de tierra vegetal fuera de la cueva, en un terreno de roca afilada y escarpada, además de sedimentos.