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Ingeniero convierte parachoques y jabas en codiciados muebles de madera plástica
Basado en un modelo de economía circular, Sebastián Vaccaro fundó en 2018 la empresa Ecomaderas Río Verde, con la que fabrica mobiliario urbano y doméstico con residuos plásticos que genera el rubro automotriz, ganadero e industrial.
Ignacio Arriagada M.
Ecomaderas Río Verde es un emprendimiento que hace cinco años creó Sebastián Vaccaro en la Región de Los Ríos. Basada en una economía circular, esta pyme se encarga de recolectar los desechos plásticos que generan el rubro automotriz, ganadero e industrial de la zona para luego producir "madera plástica". A partir de este innovador material son fabricados muebles y otras infraestructuras capaces de soportar condiciones que la madera tradicional no puede. Esta es su historia.
Desde muy pequeño la vida de Sebastián estuvo vinculada a la naturaleza, los animales y el emprendimiento gracias a su abuelo materno, que cultivaba verduras y criaba animales que posteriormente vendía. Estas costumbres marcaron el futuro de Vaccaro, pues estudió ingeniería forestal y trabajó por más de una década en una empresa de dicho ámbito. Sin embargo, cansado de la rutina y con las ganas de formar un emprendimiento renunció a su fuente laboral e incursionó en el reciclaje de aceite de origen vegetal, que rescataba desde locales comerciales.
Una vez inserto en el modelo de la economía circular, este hombre, padre y esposo quería innovar, pero no sabía cómo. Sin embargo, el destino, literalmente, se encargó de colocar frente a sus ojos la idea que lo llevaría al éxito. "Un día, luego de haberle hecho un cambio de aceite al auto, iba caminando por la calle y vi una ruma de botellas plásticas. Al verla inmediatamente dije 'aquí hay una oportunidad'. Luego vi que el plástico estaba por todas partes, por lo tanto, tenía que hacer algo", recuerda Sebastián.
Al llegar a su casa llamó a su amigo Cristóbal Cárdenas, ingeniero mecánico y docente universitario, para comentarle que quería iniciar un negocio reutilizando los plásticos desechados. Cárdenas aceptó y juntos iniciaron la travesía.
"Nos pusimos a indagar sobre las propiedades y componentes del plástico y sobre la experiencia de su uso en otros países. Nos dimos cuenta de que en Centroamérica y en Holanda utilizan el plástico reciclado para producir tablas de plástico, que se usan para techumbres, muebles e infraestructura, y que son duraderas y resistentes (...) Finalmente nos decidimos por hacer esas tablas", comenta.
Construir semejante producto significaba un doble esfuerzo para la dupla, pues había que recolectar la mayor cantidad de botellas plásticas e invertir en la maquinaria adecuada para producirlo.
"Importamos un molino de China con el cual molíamos las botellas y luego la derretíamos con una máquina hechiza que compramos en Buin, en Santiago (...) Todo nos salió 8 millones, aproximadamente", calcula.
Al verter el plástico derretido en los moldes que iban a dar vida a las tablas, Sebastián y Cristóbal vieron lo que no se esperaban: el pet utilizado no resistió y se quebró. Este hecho cambió el destino de lo que todavía no era siquiera una pyme. Cárdenas decidió seguir destinando su tiempo a la docencia, mientras que Vaccaro lo apostó todo y persistió.
"Nuevamente indagué en las propiedades del plástico y me percaté que habían siete tipos de plástico, y el que estaba usando no era el adecuado para hacer las tablas (...) Esta vez necesitaba el polietileno de alta densidad y el 'polipropileno'", indica.
El siguiente obstáculo fue hallar las citadas categorías de plástico en otros productos. Tras varias reuniones con empresarios del área agrícola, industrial y automotriz de la zona, Sebastián logró obtener la materia prima, que iba desde parachoques de autos, bandejas de frutas, jabas de bebida, bandejas de producción de planta, casatas de helado, envases de cloro y de shampoo, entre otros residuos.
Con el material dispuesto volvió a hacer la misma prueba. Con nerviosismo y algo de nostalgia, derritió el plástico y lo vertió en el molde. Después de unos minutos, para su sorpresa, en sus manos tenía la primera tabla, sin imperfecciones.
"Cuando la vi me dije: 'Ya tengo un producto y puedo comenzar a vender'", comenta con emoción.
El salto
La maquinaria dispuesta en ese entonces le permitía a Sebastián fabricar cinco tablas diarias, que eran insuficientes, por lo que debió invertir nuevamente. Esta vez importó desde Colombia una extrusora, cuyo costo bordeó los 22 millones de pesos.
Con una mayor producción de tablas plásticas, Vaccaro inició la confección de bancas, sillas, mesas, reposeras, juegos infantiles, composteras, jardineras y cajones para huertas
"A diferencia de la madera convencional, estas tablas no se descomponen, no se astillan, no necesitan mantención, no son atacadas por hongos y resisten condiciones climáticas extremas", promueve su fabricante.
Gracias al apoyo de Sercotec, con fondos de Capital Semilla y el programa Crece, Ecomadera Río Verde ha podido fortalecer su estrategia de venta y captación de clientes. De vender en ferias de emprendimiento, ahora son colegios, municipalidades, universidades y empresas de todo Chile quienes adquieren los productos.
Actualmente la empresa cuenta con tres trabajadores permanentes, que se encargan de recolectar los residuos de distintos puntos de la región y hacer las tablas y fabricar el mobiliario en la planta de producción ubicada en San José de Mariquina.
El crecimiento que ha vivido la compañía le hizo merecedor de ser distinguido por Sercotec como Empresa Destacada del año 2023, representando a la Región de Los Ríos tras un proceso de selección nacional que realizó la institución.
120 mil kilos de plástico ha revalorizado la empresa desde que comenzó a operar en 2018.