Agencia EFE

Una cepa específica de la bacteria Lactobacillus reuteri, un probiótico normalmente presente en la microbiota intestinal, ha mostrado eficacia para reducir los síntomas psicosociales de los síndromes del espectro autista, según un estudio italiano.

El ensayo clínico mostró que la ingesta de una combinación concreta de Lactobacillus reuteri, que contiene dos cepas, mejoró el funcionamiento prosocial de los 43 niños de entre 4 y 8 años que participaron.

"El estudio que hemos llevado a cabo confirma que la ingestión de terapias integradoras con probióticos es un campo de investigación muy prometedor, puesto que los pacientes que hemos incluido, aunque no presentaron una mejora de los síntomas generales, obtuvieron beneficios en el funcionamiento social, en particular en las habilidades sociales adaptativas", dijo Luigi Mazzone, neuropsiquiatra infantil del Policlínico Tor Vergata de Roma, Italia.

Por ello, "a la luz de los resultados de nuestro estudio, y en consonancia con lo que se encuentra en la literatura, creemos que sería útil realizar estudios más amplios para investigar los efectos específicos de las cepas individuales sobre la sintomatología autista", añadió Luigi Mazzone.

La investigación, que ha durado más de tres años, sienta las bases para "identificar los factores biológicos asociad os con las disfunciones conductuales, útiles para una mejor comprensión del autismo", según Elisabetta Volpe, directora del Laboratorio de Neuroinmunología Molecular de la Fundación Santa Lucía.

El trastorno del espectro autista es una de las afecciones en las que más se ha centrado la investigación para comprender la relación entre el eje intestino-cerebro y los síntomas propios del autismo. En ese sentido, "uno de los puntos fuertes de nuestro estudio", detalló la experta, "es su carácter multidisciplinar, que nos ha permitido analizar múltiples mediadores de la comunicación intestino-cerebro, como el comportamiento, la microbiota y el sistema inmunitario".

"Los pacientes obtuvieron beneficios principalmente en las habilidades sociales adaptativas.

luigi mazzone, neuropsiquiatra

El fuerte terremoto de magnitud 7,6 que golpeó Japón el pasado lunes 1 de enero fue causado por el movimiento de un conjunto de fallas que llevaban dormidas entre 3.000 y 4.000 años, según un estudio geológico desarrollado a raíz de este desastre.

El sismólogo Shinji Toda, de la Universidad de Tohoku, explicó que el deslizamiento de un cinturón de fallas de 100 kilómetros ubicado bajo la península de Noto y el mar de Japón dio lugar al devastador movimiento telúrico, que según el último balance oficial ha dejado 213 fallecidos, miles de heridos y 52 personas desaparecidas.

La subida de la superficie provocó además que la costa avanzase unos 200 metros hacia el mar. La localidad de Wajima, una de las más castigadas, es el punto que registra el mayor avance, alcanzando los 240 metros. La Asociación de Geógrafos Japoneses confirmó que, con la expansión de la costa, la península de Noto se ha ampliado un total de 4,4 kilómetros cuadrados.

Los investigadores de la Universidad de Tohoku también llevaron a cabo un estudio de campo de las viviendas de los municipios de Nanao y Anamizu, situados en la damnificada península. Los resultados les permitieron ratificar que las construcciones alzadas antes de que se reforzaran los requisitos de resistencia a los terremotos en 1981 y 2000 habían demostrado ser vulnerables.

Un estudio internacional reveló que los océanos registraron en 2023 la temperatura más alta de la historia por quinto año consecutivo, y que esta tendencia de calentamiento se mantendrá durante todo el siglo, incluso si se detuvieran las emisiones de gases de efecto invernadero. La temperatura media mundial de la superficie del mar en 2023 registró un aumento de 0,23 grados centígrados en comparación con 2022, según los expertos. La investigación señala que el calor acumulado en el océano equivale a "hervir 2.300 millones de piscinas olímpicas" y advierte que este fenómeno "reduce el oxígeno en el agua de mar y su capacidad de absorber dióxido de carbono", generando "graves consecuencias" para la vida marina.

Hierbas de tabaco desconocidas, una orquídea hallada en un volcán de Madagascar, una palmera subterránea en Angola y una nueva planta carnívora vista en Mozambique están entre las 74 especies de plantas y 15 hongos, entre ellos tres en la Antártica, que fueron descubiertos el año pasado y catalogados en un informe publicado ayer. Expertos alertan de que muchas de estas especies están amenazadas de extinción debido a la destrucción de su hábitat y calcula que al menos una debió desaparecer incluso antes de ser formalmente clasificada. Cada año la ciencia nombra alrededor de 5.000 especies.