• Una teoría de la seducción

    por constanza michelson / @psicocity

    El amor no es puro amor. Es también un campo de batalla, especialmente en los tiempos de la seducción. Cuando aún no conocemos el territorio en que estamos dando la pelea y no sabemos si al avanzar en él estamos conquistando o nos están conquistando.

    Seducir es una operación de alta complejidad: ¿cómo convencer a otro de que somos lo que necesita? La publicidad generalmente lo hace asociando sus marcas a un placer o a un estilo de vida. Los políticos, estos días lo hacen tratando de descifrar lo que la ciudadanía quiere a través de unas encuestas que reflejan una verdad brutal: tampoco los ciudadanos logramos descifrar bien lo que queremos. Los acosadores de todo tipo lo hacen por la vía de la insistencia, a ver si por cansancio logran su cometido.

    El problema, en los tres casos, es que queda demasiado en evidencia que el deseo corre por parte de los seductores. Es decir, queda de manifiesto que son ellos los que quieren algo de otros: clientes, electorado, objeto de obsesión. Por lo tanto, en esa batalla gana quien tiene el poder de elegir.

    En el amor puede ocurrir lo mismo, que busquemos al otro tratándolo como cliente, electorado u objeto de obsesión. Intentando vendernos ofreciendo lo que suponemos el otro quiere. Pero nadie sabe muy bien lo que quiere, porque el deseo humano se mueve -antes que por razones conscientes - por caprichos y otras contingencias. ¿Les ha ocurrido ir a comprar algo y no saber si prefieren la polera roja o la azul, hasta que llega alguien a llevarse la blanca, y entonces recién ahí descubran que también querían la blanca?

    De ahí que intentar apuntar a lo que el otro quiere para ser elegido es una maniobra que no garantiza nada, incluso puede llevar al candidato a inferiorizarse -al mostrarse tan ganoso y dispuesto a someterse. Y si hay una regla maldita en la seducción es que nadie escoge lo que mira hacia abajo.

    Un verdadero seductor, en el ámbito que sea es el que consigue torcer la escena: yo quiero algo de ti, pero la situación se da vuelta y entonces eres tú el que quiere algo desesperadamente de mí. Por ejemplo, hay quienes logran en una entrevista de trabajo hacer sentir al entrevistador que es su empresa la evaluada y que el candidato es por quien hay que pelear. Cuando eso resulta es una jugada brillante.

    Pero para eso hay que dar algo. Proponer al menos una idea interesante. Atreverse a ser el puntal de una situación antes que un vendedor ansioso de su producto. Se trata de administrar el poder que se tiene. Como Cleopatra en la escena de la alfombra: César invade su palacio, tiene el poder de las armas de su lado. La reina aparece desnuda al desenrollarse la alfombra. César pide al esclavo una habitación para llevar a Cleopatra. Pero ella hace la indicación clave respecto de quien porta el poder ahí. Ella, exclama: "Esclavo, consígueme una habitación. Pues él es mi invitado". El resto de la historia es conocida.

    En distintos campos de seducción -en el amor, en la política- podemos sentir pudor de usar nuestro poder. No debemos confundirnos y pensar que el poder es solo opresión, es también un lugar de proposición. A no olvidar.

    "Nadie sabe muy bien lo que quiere, porque el deseo humano se mueve -antes que por razones conscientes - por caprichos y otras contingencias."

    Recibiré sus alegatos, dudas, tormentos y quejas a paisintimo@gmail.com.

  • Cómo la natación ayuda al cerebro

    Este deporte produce beneficios en los neurotransmisores que influyen en el estado de ánimo, la memoria, en las capacidades cognitivas y en la coordinación.

    Stephanie Ríos

    La natación no solo mejora la capacidad física, la fuerza a nivel muscular o la flexibilidad, pues hay un beneficio que no es visible, pero que sí existe: mejorar la salud del cerebro.

    Un estudio publicado por el Centro Nacional de Información Biotecnológica, de Estados Unidos, concluyó que nadar ayuda a reparar las células de cualquier daño a nivel cerebral y a nivel molecular, lo que produce beneficios en los neurotransmisores que influyen en los estados de ánimo y las hormonas responsables del estrés, reduciendo así los riesgos de padecer depresión. Según la publicación, la mejora del ánimo se produce por el aumento de la circulación sanguínea, que aumenta en un 14% al nadar.

    El doctor David Coppel, profesor de la Universidad de Washington, asevera que la natación es una disciplina que mitiga la sensación de pánico y los sentimientos de tristeza: "Es eficaz para reducir el pánico y la tristeza gracias a la liberación de endorfinas". La natación, además, libera factores neurotróficos, proteínas que favorecen la supervivencia de las neuronas. El daño cerebral, causado por el estrés, también se puede liberar gracias a la natación, debido a la denominada neurogénesis del hipocampo, la regeneración de las neuronas. Esta actividad deportiva mejora las capacidades cognitivas de las personas. "Aquellos que aprenden a nadar desde edades tempranas tienen mejor coordinación y habilidades visuales-motoras", concluyó el doctor Coppel.

    en un 14% aumenta la circulación sanguínea al nadar, beneficiando al cerebro.

    evita la depresión gracias a los neurotransmisores que se liberan en la actividad.

    mejora la memoria debido a la neurogénesis del hipocampo cuando las neuronas se regeneran.

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