"Que emoción volver a pisar este campo. Aquí empecé a hacer mis primeros pininos", recuerda, con un marcado acento mexicano, Pedro Araya (73) al cruzar la cancha del Estadio Municipal de Recoleta, hoy llamado Leonel Sánchez. Y es que en ese lugar, durante la década de los 60, entrenaba el plantel de Universidad de Chile, el equipo de la vida de Araya, con el que ganó cinco títulos de Primera División y en el cual, junto a baluartes como Luis Eyzaguirre, Sergio Navarro, Braulio Musso y Leonel Sánchez, entre otros, dieron vida al Ballet Azul.

El Chico Araya volvió a Chile luego de 40 años. Tiempo en el que estuvo radicado en México, donde terminó su carrera en 1977. "Me vendieron en 1971 y solo vine al país los primeros años. Me cansé del invierno de acá y me enamoré en México, por eso no volví", recuerda.

¿Por qué volvió ahora?

"Tenía muchos años sin ver a mi familia. Soy el octavo hijo y perdí algunos hermanos sin alcanzar a verlos. Creo que esta era la última oportunidad de reunirnos todos y por eso vine. Además tenía muchas ganas de ver a mis amigos del Ballet".

El reencuentro

Con el fin de propiciar el anhelado reencuentro, hoyxhoy le preparó una sorpresa a Araya: Leonel Sánchez, Carlos Campos y Sergio Navarro también llegaron al recinto deportivo de la comuna de Recoleta para felicidad del ex puntero derecho de los azules. "Hace más de 30 años que no te veía, "Enano Cachero"", le lanza entre risas el Tanque Campos antes de darle un gran abrazo. "No venías porque te tienes que andar arrancando", le recrimina entre carcajadas Leonel. "Este me llevó al pecado", asegura Navarro. "Y eso que es menor que yo", agrega. Y es que Araya, apodado el Garrincha chileno por su habilidad, también era reconocido por sus salidas nocturnas.

¿Le gustaba la noche, Pedro?

"La verdad es que sí. Era muy joven y uno quería comerse el mundo. Salía antes de los partidos y al día siguiente tenía la suerte de jugar bien, hacer goles y ganar duelos importantes. No le encuentro nada de malo, siempre y cuando el jugador rinda. Antes era más fácil para uno, te escondías y nadie sabía nada", desclasifica.

A pesar de su gusto por la fiesta y las mujeres, el Chico logró convertirse en uno de los máximos ídolos de Universidad de Chile, club en el que anotó 82 goles, y fue uno de los referentes de la Selección en esa época, convirtiendo 19 goles en 65 partidos.

Luego de una buena temporada en 1966, año en que formó parte del plantel mundialista en Inglaterra y tras ganar el Cóndor de Bronce al mejor deportista del fútbol profesional, destacó a principios de 1967 en el Sudamericano de Montevideo (torneo previo a la Copa América), hecho que despertó el interés del Santos de Pelé, considerado en ese momento uno de los mejores equipos del mundo.

¿Qué sucedió con ese traspaso al Santos?

"Se dijeron muchas cosas, pero la verdad es que la U no quiso venderme y pidió muchísimo dinero por mí. No quisieron venderme porque estaba rindiendo muy bien y era un referente del equipo".

¿No pensó en no jugar más por la U?

"Nunca. A mí me encantaba el fútbol. Jugaba porque lo sentía. Era mi pasión. Siempre soñé con jugar en Primera, con la Selección. Era mi ilusión jugar en los mejores escenarios e igual lo cumplí."

Finalmente, el Garrincha chileno se quedó otros cuatro años en los azules. Allí siguió brillando y consiguió dos nuevos títulos, incluido el de 1969, el último antes de los 25 años de sequía. Su habilidad le valió ser reconocido como uno de los mejores punteros en la historia del fútbol chileno. "Mi juego se basaba en la velocidad. Era muy encarador y hacía regates. ¿Si soy el mejor? Me tocó sobresalir y la gente siempre me lo recuerda con cariño, pero no creo serlo", dice y se va a conversar con sus ex compañeros, quienes, melancólicos, se sientan en la tribunas de la cancha donde formaron al mejor equipo de la historia de la U, el recordado Ballet.