• Mal-decir marzo

    por constanza michelson / @psicocity

    Marzo es un litoral, el borde de dos territorios, el de una breve libertad y el de la rutina que obliga. Al menos eso en el sentido común. Pero el límite de la libertad y el deber es un borde tan indefinido como el de la costa, donde empieza la playa y donde el mar es una pregunta que se enreda en la espuma.

    Como toda tentación, narrarnos desde los discursos generales sobre las cosas, es virtuoso y vicioso a la vez. La ligereza en la definición de qué es lo feliz y lo desgraciado permite descansar en algo que ya está dicho, pero bloquea el trabajo de encontrar el propio lugar en el mundo. Trabajo que es de artesano: lento e irreplicable.

    No para todos -más allá de las condiciones materiales que las determinan - subjetivamente las vacaciones les resultan unas vacaciones y la rutina una esclavitud, sino lo contrario. Hay quienes requieren de los intervalos que da el régimen de vida post marzo, entre la casa y el trabajo, para bordear el placer y el hastío. Y por el contrario, eso llamado vacaciones es lo que les pega como un totalitarismo de estar demasiado presente con la familia, "desconectado" (tan difícil como amar o desear por obligación), "pasarlo bien", y además llamarle a todo eso felicidad. Si luego del merecido descanso se verifica que no se alcanzó el objetivo de la placidez, aparece la sensación de fracaso, o al menos cierto desconcierto.

    Y es quizás porque estamos poco acostumbrados a pensarnos a contra pelo de los decires establecidos acerca del bienestar y malestar. Y porque caer en rótulos -a los que a veces concedemos con mucha prisa- genera otro tipo de esclavitud. Por ejemplo, los nombres "depresión", "víctima", "feliz", "hedonista" son todas cuestiones que a pesar de intentar facilitar cosas pueden transformarse en obligaciones algo fatales. Nos obligan a ser esclavos de actitudes y comportamientos que coartan lo inédito en uno mismo. Así como cuando se es víctima de algo, la posibilidad de salir de ello suele implicar tomar un rol activo antes que definirse a uno mismo como incapacitado, o quien se resume como un depresivo deja de poner a trabajar su propio descontento.

    Hay momentos en que los malestares se condensan en causas colectivas, y de otro modo no habría cambio social. Y es lo que vemos hoy con fuerza en las batallas culturales. No por nada, nuestro febrero festivalero, antes que una fiesta se convierte en un ring, porque estamos en tiempos de turbulencias y cambios sociales. El humor por ejemplo, se evalúa menos en su cualidad de divertir que en sus derivas feministas, progresistas o reaccionarias. Lo mismo las canciones, los vestidos y la reina. Ahí, justo en el lugar de liberación -entendiendo que eso es un festival- se cuelan las discusiones políticas.

    Todas las prácticas humanas son políticas, no hay novedad en eso. Es más bien meritorio que lo hagamos notar. Pero olvidamos que el mapa no es el territorio, y abogar por una causa no significa que todo el sentir vaya en una misma dirección, ni que exista una única orientación correcta. Tanto pretender que lo bueno es silenciar a los otros bajo juicios morales, como suponer que la libertad es el todo vale, son ambas represiones. Lo binario y lo obvio se topan con contradicciones como la del jabón de baño público: ¿es limpio o sucio? Pues de tanto limpiar se volvió sucio.

    Las definiciones taxativas arrasan con las posibilidades de que cada uno tenga el espacio y el derecho a inventarse a sí mismo. La libertad se teje. Implica al menos varias revueltas en la espuma de las cosas.

    Aunque marzo es una mierda en que hay que pagar, puede ser un alivio para quienes también reciben su pago. Y por cierto, para quienes no soportan la intensidad del sol que encandila.

    "Nos obligan a ser esclavos de actitudes y comportamientos que coartan lo inédito en uno mismo."

    Recibiré sus alegatos, dudas, tormentos y quejas a paisintimo@gmail.com.

  • Dieta revertiría efectos de la diabetes

    El régimen que imita lo que produce el ayuno reduciría los síntomas de este mal.

    Un estudio de la Universidad del Sur de California (USC), publicado hace pocos días en la revista Cell, reveló que una dieta diseñada para imitar los efectos del ayuno podría revertir de manera importante los efectos de la diabetes. ¿Cómo? Pues a través de la reprogramación de las células.

    La dieta tipo ayuno promueve el crecimiento de nuevas células pancreáticas productoras de insulina, las cuales reducen los síntomas de diabetes tipo 1 y tipo 2 en ratones.

    Además, los responsables del estudio afirmaron que ciclos de este tipo de dieta y una dieta normal reactivaron la producción de insulina en células pancreáticas humanas de pacientes con diabetes tipo 1.

    ¿cuál es esta dieta?

    Frutas y verduras diuréticas y con propiedades depurativas, tales como la alcachofa, la berenjena, la zanahoria, el apio, los espárragos, la sandía, los arándanos y las uvas, son la base de esta dieta, que debe combinarse con una alimentación normal -balanceada- y estar siempre bajo la supervisión de un profesional de la salud.

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