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  • El Archipiélago de San Blas: el paraíso indígena donde todos quieren descansar

    A las islas del norte de Panamá llegan 100 mil turistas al año para relajarse y olvidarse del trabajo. Los residentes, ya acostumbrados al dinero y a la tranquilidad extranjera, tampoco quieren ocupar el tiempo en tareas como pescar o bordar.

    Diego Figueroa J.

    Los paisajes en San Blas son calcados a las postales que promocionan el Caribe: hamacas amarradas a palmeras o a chozas de bambú, arena blanca, agua turquesa y botes anclados en la orilla. Por eso al archipiélago panameño llegan 100 mil turistas al año a desconectarse. Salvo algunos grupos que llegan con sus altoparlantes y ganas de armar fiesta, el resto es silencio y naturaleza.

    Denominar la localidad como panameña es correcto, pero también referencial. Si bien las 365 islas que la componen están dentro de las fronteras del país, este mini paraíso es parte de una zona autónoma de una etnia llamada Guna que tiene sus propias banderas, leyes y autoridades desde 1953. De hecho, para ingresar es necesario mostrar el pasaporte en dos controles y pagar un impuesto de 20 dólares.

    Para ellos el lugar no se llama San Blas, se llama Guna Yala que significa Tierra Guna. Es gente amable, sonriente, fiestera y muy amigable. Los "gunas" o "kunas", como se autodenominan, viven en función del turismo y tienen organizado para que el dinero extranjero sea aprovechado por todos.

    Una, dos o tres familias son las encargadas de administrar cada isla por un periodo de tres, cuatro o seis meses al año. Durante ese tiempo todo el dinero que llegue por alojamiento será para ellos. A cambio tienen que mantener la isla limpia y organizar en qué cama dormirá cada persona. Hay cabañas privadas y otras compartidas, dependiendo del presupuesto del visitante. De todas formas ambas son rústicas: chozas de madera y sin suelo, los pies van directo a la arena. También se puede acampar en tiendas de campaña.

    La otra misión es recoger y proteger los cocos que caen de las palmeras y que luego son vendidos a los barcos colombianos que llegan desde Cartagena. De las comidas de los visitantes no tienen que ocuparse, pues se encarga otra familia, la responsable del restaurante de cada lugar.

    Al descanso

    La máxima actividad que un turista puede hacer en San Blas es improvisar una fiesta en la orilla del mar o practicar snorkeling. Todo lo demás es dormir, leer, flotar en el agua y comer. Cada una de ellas se acompaña de una bebida, cerveza o jugo. Eso sí, al estar a 40 minutos en lancha del continente, y a tres horas de la capital todo es más caro.

    Solucionar los problemas de los extranjeros y cobrar bien por eso ya es parte del estilo de vida: "Acá ya nos acostumbramos al dinero rápido que deja el turismo. Nadie quiere hacer algo aburrido, gastar tiempo en cosas tediosas, nadie quiere trabajar", cree Luciño. Guna de nacimiento, fue contratado por la familia que administra la isla Diablo hasta noviembre. "Imagínese que tenemos que ir a comprar pescado a la capital, porque acá nadie quiere pescar: mire todo el mar que tenemos y la mayoría del pescado se trae de afuera".

    Según sus estimaciones un buen día de pesca puede dejar entre 30 y 40 dólares: eso implica el tiempo en el mar, de la venta y los costos de funcionamiento. En cambio para un lanchero que traslada turistas de una isla a otra, en el peor de los días ganará 70 paseando por las mismas horas. "Lo normal es 400 y puede ser hasta más de 500 si estás de suerte", calcula.

    A Luciño le pagan 100 dólares al mes más comida y alojamiento. No es mucho, pero sólo tiene que limpiar 25 metros de la orilla de playa que amanece con algas a las 6 am. Si la familia lo pide, debe hacer camas o servir comida, pero por eso le pagan extra.

    Cocos a colombia

    Al menos tres veces al mes llegan barcos colombianos a San Blas. A seis horas en lancha está Cartagena de Indias y desde ahí traen café y azúcar para vender. Desde la tierra guna se llevan cocos que se los venden en 15 centavos por cada uno. Los turistas pagan casi 14 veces más: dos dólares.

    Los billetes llegan con rapidez a las manos gunas. Ahora ¿en qué se gastan esa plata? La respuesta la da Heiri: "Aparte de la mantención de las lanchas, el pago al personal y la comida para la familia no hay mucho más en qué gastar. Por eso si usted se da una vuelta por el centro, donde viven las familias kuna, verá más bares que casas. Ahí es donde se va el dinero", dice riendo.

    "Imagínese que tenemos que ir a comprar pescado a la capital, porque acá nadie quiere pescar.

    luciño, trabajador de la isla diablo"


    ¿Cómo y por cuánto llegar?

    - La manera más fácil (y más cara) es pagar a una agencia de viajes que por 275 dólares arman un paquete con todo incluido por tres días y dos noches: transporte ida y vuelta al hotel de Panamá City, dos noches de alojamiento en chozas compartidas, impuesto de entrada, todas las comidas y un total de tres tours en lancha para pasar las tardes de playa en distintas islas. Panama Travels y The Real Panama Tours son dos de las más conocidas.

    - Otra opción es contactar directamente al proveedor kuna al que la agencia le paga por armar todo. Esta alternativa permite ahorrar entre 30 y 40 dólares que cobra la empresa de comisión, por ser intermediario entre el cliente y el proveedor kuna: algunos guías son Eulogio +507 65179850; Kevin +507 61411262 y Germai +507 67343454.

    - La más barata (y compleja) es tomar un bus hasta la entrada del valle Cartí. Ahí hacer dedo por 40 kilómetros entre cerros hasta el puerto Cartí Sugdub. Al llegar ahí buscar cuál de los cuatro puertos es más conveniente para la isla a la que se quiere llegar (30 US$ aprox.). En mitad de la ruta hay q ue pagar el impuesto de 20 dólares y ya en destino pagar la comida en restaurante si no se llevaron las suficientes provisiones. El alojamiento puede ser en chozas o camping por las que hay que pagar entre 40 y 60 dólares diarios por persona.

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