• Llora uno, lloran todos: tres mamás cuentan cómo es cuidar a más de una guagua al mismo tiempo

    Madres de mellizos y trillizos hablaron de las alegrías, sorpresas y dificultades que sus niños les han traído.

    Natividad Espinoza R.

    La llegada de un hijo cambia la vida de las mujeres para siempre, entregando una felicidad y satisfacción que no se pueden comparar con nada, o al menos eso suelen decir ellas. Sin embargo, un niño requiere mucho trabajo y una entrega incondicional para crecer sano y feliz.

    Pero, ¿qué pasa cuando no es una sola guagua la que llega a la vida de una mujer? ¿Cómo se viven los embarazos y las "crianzas múltiples"? Tres chilenas contaron a hoyxhoy cómo viven o vivieron esta mágica, pero agotadora experiencia.

    La dueña de casa Fabiola Benavides (47) fue madre de trillizos hace 19 años y asegura que "cuando supe no lo podía creer, porque a nosotros primero nos habían dicho que eran gemelos, pero después resultó que había un hermano más".

    Ignacio, Nicolás y Benjamín nacieron de siete meses, o "sietemesinos", como se dice en estos casos. Dos de ellos pesaron un kilo 700 gramos y uno pesó sólo 800 gramos, por lo que los tres tuvieron que estar un buen tiempo en incubadora hasta alcanzar los dos kilos.

    Pese a esta complicación inicial, Fabiola afirmó que su experiencia ha sido muy buena, aunque, reconoció que "sale caro sí", y es que cuando eran pequeños siempre había que comprar las cosas de a tres, "porque si le compraba a uno se ponían a llorar los otros dos".

    Ahora, en cambio, aseguró que se estresa "porque quieren salir en la noche, tienen amigos, no llaman y una queda preocupada".

    Trillizas revoltosas

    Mariana Campos (42) se dedica a las ventas por internet, eso sí, solamente cuando sus tres hijas de siete años le dan tiempo.

    Tamara, Sofía y Alejandra "fueron desordenadas desde el principio. Yo no sabía qué hacer los primeros meses porque lloraban y lloraban. Era desesperante. Ya no daba más y ni con todo el apoyo de mi mamá y el papá de las niñas dábamos abasto", contó con el tono que las personas ponen cuando hablan de algo que una vez fue terrible, pero que ya no lo es.

    De acuerdo a Mariana, al año ya las tres niñas caminaban y seguirles la pista era casi imposible. "Imagínate lo que fue cuando empezaron a dibujar. Más que casa, mi departamento parecía un mural abstracto".

    Ahora que están más grandes, manifestó la mujer, "me están dando más respiros, pero siempre trato de cansarlas lo más posible durante el día. Hace años, yo creo que incluso desde antes de que nacieran las niñas, que no duermo hasta después de las ocho un fin de semana. Pero realmente me hacen muy feliz".

    Mellizas con hambre

    La diseñadora de vestuario Romina Becerra (36) es madre -además de de un niño de 10 años- de Elena e Isabela, quienes mañana cumplen un año. Las niñas fueron una completa sorpresa.

    "Siempre he sido deportista, juego a la pelota y un día estaba en un partido jugando y me desmayé. Estuve súper mal y terminé yendo al médico. Ahí me enteré que estaba embarazada y cuando me hicieron la primera ecografía vi que eran dos guagüitas. Tenía cinco o seis semanas y me di cuenta altiro que eran dos porque en 2012 yo tuve una pérdida de dos guagüitas y, por ende, ya había pasado por una ecografía en que se ven dos bebés", recordó.

    Cuando se dio cuenta, lo primero que le dijo a la ecógrafa fue "por favor, déjame escuchar sus corazones. Y cuando lo hice me quedé más tranquila, porque supe que estaba todo bien. Fue una sensación entre emoción, miedo y nervio, porque igual es complejo", añadió.

    Una nueva sorpresa se llevó en el control de las 35 semanas, cuando tras unos meses tranquilos empezó a sentirse mal en la misma consulta del doctor. Cuando le hicieron unos exámenes, se dieron cuenta que estaba con trabajo de parto. "Esto fue como a las 12 del día y las niñitas ya estaban naciendo a las 7 de la tarde", contó.

    Como las niñas nacieron en perfectas condiciones, la familia se pudo ir de inmediato a la casa, y como no preguntó por la posibilidad de necesitar relleno, estuvo varios días sufriendo porque aparentemente las niñas quedaban con hambre.

    "Las guaguas lloraban de hambre porque quedaban cortas y no sabíamos qué hacer. Al final terminé llamando a una amiga que es matrona y le dije: estoy desesperada. Llorábamos todos, hasta mi perro lloraba en la puerta de la pieza porque todos estábamos como desesperados. Entonces, hablé con una nutricionista y me dijo que comprara un suplemento alimenticio y que les diera. La leche de tarro fue la salvación", narró.

    "Fueron desordenadas desde el principio. No sabía qué hacer porque lloraban y lloraban.

    mariana campos, vendedora"

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