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  • Algunos cálculos amorosos

    por constanza michelson / @psicocity

    Desde niña intuí que el amor era de a tres. Desde chicos podemos leer las infidelidades de los grandes, a pesar de sus esfuerzos por disimularlo. ¡Si tantas de sus películas y canciones se trataban de eso!, como si esperaran encontrar ahí alguna fraternidad de goce y dolor, una fraternidad donde encontrar respuesta.

    Por mi parte, la primera vez que lo experimenté, no sin desconcierto, fue con la teleserie infantil "Candy". Creo que la vi por lo menos tres veces, así como los grandes quizás buscando respuesta a ese sentimiento veleidoso: cómo podía enamorarme de Anthony y de Terry al mismo tiempo.

    En el corazón caben dos, no tres. Los defensores de lo poliamoroso dirán que el amor tiene muchos ángulos en que caben diversas intenciones y candidatos, pero me atrevería a aseverar que la geometría del amor es triangular. Incluso cuando creemos ser monógamos.

    Hay triángulos canallas como la infidelidad, otros que simulan control como la relación abierta, y otros más sofisticados en aquellos que creen en los matices. Esos que follan en la palabra con su amigo especial, relegan fantasías al porno, gozan de alguna nostalgia de lo que no fue, se permiten dudar sin tirarse por la borda, soportan que también en la cabeza de su persona habiten terceros.

    Hay momentos monógamos eso sí. Los tiempos del fuego. Recíproco o no, a veces se nos ocurre -demasiado en serio, no sólo como una retórica conveniente- que no podemos vivir sin alguien. Se trata de esas pasiones que sólo la muerte nos separa de ellas. Y quizás por eso, cuando coincide que es mutuo, para ahorrarnos la tragedia, empezamos las peleas que nos separan un poco y nos llevan otra vez a la calma que brinda amar de a tres. Y podemos respirar con esa certeza de que "amar a morir" es sólo una metáfora.

    No por nada la religión nos advirtió sobre este asunto. Nos educó hablando de monogamia pero guiñándonos un ojo, para decirnos la verdad: que a Adán y Eva les fue pésimo, que si no hubiese sido por ese tercero, la serpiente, hubieran quedado en ese paraíso-infierno que los amantes enloquecidos en su hermetismo conocen bien. Nos habló también de ese rarísimo algoritmo de la trinidad en que uno son tres, o algo así, todo para que no nos apasionáramos con uno sólo.

    Porque al final en la pasión única, antes que dos, terminamos siendo uno. Donde el otro no es más que un apéndice de nuestros delirios, una reminiscencia de ese pecho infantil del que nos colgamos sin nunca interesarnos demasiado por sus pensamientos más allá de nosotros. Por eso desconfío de los locos de pasión, sé que no me hablan a mí, se hablan a ellos mismos a través de mí, prometiendo paraísos -de amor o de ideologías política -, que si consiento a su pacto, sólo la muerte podrá separarnos.

    "Me atrevería a aseverar que la geometría del amor es triangular. Incluso cuando creemos ser monógamos."

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