Y aquí vamos de nuevo: otra vez está la queja de que la Región Metropolitana y sus comunas más ricas se adjudican la mayoría de los fondos públicos destinados a cultura. ¿Novedad? para el común de los mortales, no, aunque sí, quizás, para los gestores culturales, especie de tecnócratas con sentido artístico, quienes pusieron el grito en el cielo al enterarse de las cifras que reafirman que Santiago siempre es Chile. Para algunos, los que aún siguen fieles al Consejo de la Cultura, esto es un abuso, una burla, un escupo en el rostro, mientras que para otros, y que son una minoría en ascendencia, es otra razón más para atreverse a utilizar nuevos espacios que los libre, al fin, de esa Fondart-dependencia que sigue metiéndoles el dedo (y otras partes del cuerpo) en el ojo. Estos últimos apelan a una suerte de socialismo cultural que involucra a organizaciones socio-culturales y juntas de vecinos, quienes, lejos de comer guaguas, se alimentan desarrollando actividades autogestionadas que están ajenas a esa millonada económica con la que se suele asumir como única vía para llevar cultura a la gente. Esa es una realidad. Cada cual verá qué más le engrandece. El punto, más bien, es cómo hacerle frente a ese sistema del CNCA que piensa que espectacularidad es sinónimo de cultura, y que generan cuestionables fallos año tras año. No digamos que nadie lo sabe o nunca lo supo. Si desde arriba se les ata de manos, desde abajo está la tarea de desatárselas, con más rebeldía, ojalá, para que se tambaleen estas discusiones burguesas que no molestan a nadie.

El libro "La Ruta del Cité: El diseño de una forma de vida" es una iniciativa del área de diseño del Consejo de la Cultura. La publicación expone diversos tipos de cités emplazados en la capital, en lugares tan emblemáticos como el Barrio Yungay, Barrio República y el centro histórico. hoyxhoy conversó con Fernando Imas Brügmann, uno de los autores de la obra junto a Mario Rojas y Eugenia Velasco.

¿Cuál es la importancia del cité en la ciudad?

Cuando se crearon, a fines del siglo XIX, fueron una solución higiénica para que la gente con menos recursos pudiera tener una vida más digna. Se debe diferenciar del conventillo. Han sido habitados por la población obrera que tenía la opción de comprar o arrendar un lugar digno para vivir, por familias aristrocráticas venidas a menos y actualmente personas inmigrantes.

¿Tú crees que deberían ser considerados patrimonios?

Yo creo que sí. Han sido parte de la vida de los santiaguinos y como tal debieran ser conservados.

La guía se entrega gratis en las oficinas del Consejo de la Cultura y en el museo de Historia Natural.

La vida que vivimos (Pehuén Editores), de Silvia Vera Sommer cuenta las vivencias de una mujer, protagonista en el Chile de la década de los 60 y 70. Su infancia y el dolor de perder a su padre, la experiencia de vivir sola en Valparaíso, de descubrir el mundo, viajar, enamorarse, tener un hijo, hasta que la bomba arrojada justo al centro de la familia que recién comenzaba a construirse, hace que todos los planes y sueños cambien dando paso al dolor, el miedo y la desolación.

La Segunda Guerra Civil de Estados Unidos fue un conflicto prolongado y sangriento, el que finalizó con enmiendas a la Constitución, estableciendo que la vida humana es inviolable desde el momento de la concepción hasta que se alcanza la edad de 13 años. Entre los 13 y 18 años, sin embargo, los padres pueden decidir "abortar" a su hijo. De aquello habla Desconexión (Editorial Anaya), de Neal Shusterman.

El exitoso ciclo de stand up Comedy "Hardcore" se está presentando en Bar El Clan con sus rutinas llenas de humor ácido, las que han hecho reír a tantos. Natalia Valdebenito, Paloma Salas, Jani Dueñas y José Miguel Villouta llevan más de un año con su show y han llenado salas de teatro y bares, con rutinas cargadas de irreverencia y humor negro sin censura.