• La otra muñeca inflable

    por constanza michelson / @psicocity

    Voy con la historia de una muñeca inflable, la de "Lars y la chica real", la película de Gillespie. Lars trae al pueblo a Bianca, una muñeca, a quien presenta como su novia. El pueblo acepta a Bianca, siendo precisa acepta la locura de Lars. Antes que amordazar el extravío del chico en algún lugar de reclusión, lo incluyen de veras. El pueblo de Lars no "protege" encerrando, sino que acogiendo a la "manzana podrida".

    En nuestra comunidad supimos de otra muñeca inflable, la de Asexma. Esta vez el pueblo se escandalizó. A diferencia de la de Lars, esta trama tenía que ver con la exclusión. La escena fue la siguiente: una arenga de machos poderosos, que tras años de evolución subliman su agresividad primitiva -y de pasada quizás su necesidad de viagra- en un chiste, bastante malo, pero chiste al fin y al cabo en que relacionan sexo y economía. Las mujeres, representadas en un juguete sexual, son estimuladas tal como a la economía.

    Algunos alegaron que entonces estos machos, más allá de sus discursos modernos, siguen pensando lo mismo respecto de las mujeres. Cuestión bastante evidente, ¿o acaso la omnipresencia de chicas en pelota en la ciudad es una casualidad? Por supuesto, que hay una fetichización de los cuerpos feminizados para la erótica masculina. El problema no es lo que "realmente piensan" ciertos hombres -intervenir en las cabezas es el colmo de la represión- sino que el lugar que ocupan ciertas verdades en las relaciones de poder. Y una de las verdades terribles de las que padece este pueblo quedó de manifiesto después del momento del chiste, en las disculpas y explicaciones posteriores a la desinhibición del carnaval: "Que yo también tengo esposa, hijas y nietas", dijo uno. Otro, que no estuvo ahí, salió diciendo que así como las mujeres levantan a su familia, la economía levanta al país, y que ambas deben cuidarse y respetarse.

    Es decir, para los líderes de este pueblo habrían mujeres que se protegen, las caseras, las del propio clan; y están las otras, las denigradas, las de juguete que sirven para gozar. Esta es la estructura básica de la exclusión, vidas que importan más que las otras, a unas se las respeta -a veces hasta el absurdo- y a otras se las denigra, quedando estúpidamente relegado algo del sexo a ese lugar.

    Es en la exclusión donde este pueblo se permite la barbarie. Sename es el nombre de uno de esos márgenes, y es el peor crimen de esta comunidad. Hace unos años, conmovida con el caso de un niño abandonado encontrado muerto con un trozo de pan bajo su cama, congelado en el gesto del terror del desamparo; una presidenta encaró a su pueblo para recordarle el sentido de vivir en comunidad: protegerse, para que nunca más un alma muera desolada. Como dice Rita Segato, de la violencia nos podemos proteger en lo comunitario, cuando hay tantos ojos que cuidan, para que nadie se atreva a abusar de otro.

    Pero este pueblo ha tendido a olvidar ese sentido de la convivencia. Hoy se divierte en batallas para declarar quienes son los buenos y los malos, disfrutando el linchamiento de la semana. Mientras tanto el poder define lo que hay que cuidar -a las mujeres de familia y a la economía- y a quienes dejar a la deriva.

    En el pueblo de Lars en cambio se protegían todos. ¿No debería servir para eso la economía? Pues a nuestro extraño pueblo se le ocurrió que en vez, hay que estimularla como a un clítoris.

    "Es en la exclusión donde este pueblo se permite la barbarie. Sename es el nombre de uno de esos márgenes, y es el peor crimen de esta comunidad."

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