• SIDA: ¿qué educación?

    por constanza michelson / @psicocity

    El VIH volvió a ser un tema. Las cifras de contagio aumentaron más que en el resto de Latinoamérica. Saltan las hipótesis explicativas y las acusaciones cruzadas: que los conservadores le hacen el quite a promover el uso del condón, que la agenda liberal está corrompiendo a la juventud, que esta Presidenta, que el anterior, etc.

    Pero hay un par de cosas en las cuales la mayoría coincide. Primero, en que la existencia de un tratamiento, ha llevado a un relajo en las conductas sexuales. Sin temor a la muerte, nos envalentonamos a gozar a morir.

    Y segundo, la fe en que la solución tiene que ver con ese comodín llamado educación sexual. Se apela entonces a reponer el temor y la educación de las pulsiones. Es decir, se invoca a los límites: no todo se puede.

    Este llamado corre el riesgo de caer en manos del populismo emocional, y comenzar una manipulación a través del miedo y la estigmatización de ciertas poblaciones. Así como también la utilización vacía del concepto de educación sexual, invirtiendo dinero en intervenciones no suficientemente pensadas. Porque ocurre que hay una parte de lo sexual que no resiste ninguna pedagogía, una parte - precisamente lo sexual de la sexualidad - que no tiene que ver con el saber. No basta saber de la conveniencia del condón para usarlo.

    Hay una fraternidad entre el sexo y la transgresión, de manera que no se puede apelar a la pura racionalidad. Por lo mismo la cultura ha buscado formas de limitar los excesos, ese goce innegable de lo humano. Cada época con sus códigos para reprimir y habilitar ciertos espacios de descomprensión, como el humor, la fiesta, el carnaval.

    Hoy la represión no pasa por lo sexual, si pasa por algún lado es antes por otras transgresiones como el humor, pero estamos educados para la satisfacción. Y por cierto, para huir del displacer. Nuestra educación corporal parece estar a cargo del porno y la farmacia. Cada uno con su cada uno, en su espasmo egótico. Porque al final, no usar preservativo - cuando no es por falta de acceso - pasa por ser esclavo de las propias pulsiones, donde no importo yo mañana, menos el otro.

    Lejos de suponer que la represión es la mejor vía de control sanitario sexual, vale la pena preguntarnos por qué fracasa la educación tantas veces. Y atender a las razones que hoy promueven el descontrol de impulsos.

    Quizás más allá de los discursos bien intencionados por el bien común, subterráneamente parece haberse instalado el narcisismo de masas, que corta el vínculo con el otro, y empuja al propio goce. Como dijo Margaret Thatcher, el objetivo del modelo económico era capturar el alma humana. Y para el alma de economía narcisista, sólo el miedo parece ser el límite.

    Quizás más que enseñarles a usar condón a quienes ya saben, el trabajo futuro sea restituir algún pacto social que nos empuje a renunciar - aunque sea parcialmente - a nuestro egoísmo pulsional. Para limitar algo del exceso que nos vuelve violentos con nosotros mismos y con otros.

    "Quizás el trabajo futuro sea restituir algún pacto social que nos empuje a renunciar a nuestro egoísmo pulsional."

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