• Sí, hay diferentes tipos de maternidades

    el pais intimo

    Por nuestras tierras anduvo el pediatra español Carlos González, una especie de gurú de las madres postmodernas. Es uno de los representantes de la defensa de la lactancia materna, ojalá hasta los dos años o si se quiere más.

    Parafraseo acá algunas de sus afirmaciones. Señala que las mujeres no debiésemos amedrentarnos cuando nos dicen que amamantar sobre los seis meses es dañino para el niño; y que habría que considerar que posiblemente los héroes patrióticos tomaron pecho hasta los tres años. Aplaude a los gobiernos soviéticos en su modo de resolver la maternidad, afirmando que no contaban con guarderías, de modo que los niños se quedaban con sus padres hasta los tres años y luego directo al colegio.

    Otra de las afirmaciones de este "gurú", es que los padres no debiesen divorciarse con niños pequeños dado el daño que les provoca.

    Una mujer luego de la charla del doctor comentó: "Quedé con taquicardia de pura culpa". Y no es la única. Más que una invitación a reflexionar en torno a la maternidad, sus dichos caen como imperativo de lo que sería una buena madre.

    La imposición

    Me ha tocado escuchar cómo los discursos pro lactancia, pro apego, pro colecho, pro una maternidad de mayor intensidad, se están instalando de una manera demasiado impositiva. Curiosamente, suelen afirmarse como si fuesen una lucha contra la obligatoriedad de una maternidad cruel: no dar pecho, dejar llorar a los niños, etcétera. Debo decir que desde que yo soy madre hace casi diez años, nunca nadie me obligó a tales cosas. Nadie me sugirió que era mejor la leche de fórmula que la leche materna, ni que debía sacar de mi pieza a mi guagua en algún momento determinado. Todo lo contrario, soy de la generación que me he visto empujada a la idea de una maternidad totalitaria para ser considerada buena madre. Más bien siendo sancionada, si no cumplo con los ideales pro lactancia. Recuerdo incluso, como alguna vez una amiga, me dijo con ese tono compasivo que oculta rivalidad, que no me sintiera menos mujer por no haber tenido un parto natural. Y así, en los últimos años he sido testigo como a esas competencias ocultas, que los seres humanos libramos de manera no tan consciente y con una sonrisa, se ha sumado una entre las mujeres: quién cumple mejor los dictámenes de la maternidad de moda.

    Comprendo que si bien esta tendencia puede estar basadas en buenas intenciones, el modo en que se transmite refuerza una vez más los encorsetamientos de los cuales las mujeres somos víctimas. Generando culpa, juicios y competencias entre nosotras mismas.

    No tengo la respuesta de cuánto hay que amamantar ni de cómo hay que criar exactamente a una guagua; pero tengo la certeza de que nadie lo sabe, de que no hay una manera. De ahí, que esta discusión entre los pro y contra de lactancia materna son infértiles. Si hay una lucha que dar, en mi opinión, es una porque como comunidad nos hagamos responsables de la reproducción de la especie.

    De momento, el cuerpo de las mujeres sigue siendo un problema de Estado (el aborto, la anticoncepción), pero la maternidad es un asunto privado, donde cada una se las debe arreglar como puede. Incluso, hay mujeres que bajo ciertas circunstancias no pueden arreglárselas, pudiendo esos hijos terminar en situaciones lamentables como el chico abandonado en el taller mecánico de Arica la semana pasada: cosas que ocurren cuando no hay una comunidad que pueda subsidiar el rol de esa mujer inhabilitada.

    La madre no existe, no al menos como un ser esencial. Es un rol de una mujer. En ese sentido, nunca queda reducida toda a ese papel, nunca será esa madre perfecta de las revistas.

    A diferencia del doctor González, prefiero un país que asegure buenas guarderías, para todos esos niños cuyas madres tienen o, por cierto, quieren salir a trabajar o haces sus actividades, que uno que me obligue a quedarme en la casa durante los años que impongan las nuevas modas.

    El mejor consejo que recibí al ser madre primeriza fue el de una mujer mayor. Me dijo: tú vas a saber que hacer, escucha tus ritmos y los de tu bebé. Y si en algo me sirvió tal recomendación, fue en darme cuenta que con cada hijo fui una madre distinta, de acuerdo a las diferencias de cada uno de ellos, pero también respetando mis necesidades como mujer.

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