• La tiranía de la autoayuda

    por constanza michelson / @psicocity

    Algo bastante irritante de ir al médico estos días -para la paciencia y el bolsillo-, es la pasión por los exámenes. Casi cualquier malestar -incluso los comunes y corrientes- parece meritorio de seguir un protocolo de evaluaciones abrumador. ¿Intereses económicos del mercado de la salud o simplemente cobardía profesional para hacer un diagnóstico? Quizás ambas. Porque lo cierto, es que se trata del espíritu de los tiempos, cada vez más prácticas se ven acorraladas por el nuevo mecanismo de control humano: la técnica de vivir.

    El poder hasta hace algunas décadas se sostenía en la figura de autoridad; tal lugar insoportable, hoy es criticado. Pero lejos de quedar vacío como algunos suponen, se va llenando con un tipo de poder acéfalo y disimulado. Me refiero a aquel que está hecho de las regulaciones acerca de cómo vivir. Que tal como la ideología política que encarna el mal en algún grupo subversivo para controlar a través del miedo, este nuevo control ubica al mal en el terrorismo interno: la enfermedad, el fracaso, la depresión, el equívoco como padre, como amante, como trabajador.

    De lo que se trata es de aplacar los riesgos de existir, no sólo de morir -lo cual sería bastante razonable-, sino que de disminuir los riesgos de vivir. Me refiero a los riesgos que implica tomar decisiones: aquel acto que no tiene garantía alguna. Porque, aunque nos partamos la cabeza buscando la decisión correcta, no podremos dar con esa respuesta sino hasta una vez hecha la deliberación. Sólo en el momento posterior al acto, podemos dar cuenta de cómo nos sentimos, si el costo que ello implicó nos parece que valió o no la pena. En ese sentido nunca existe "la decisión correcta", sino que sólo las decisiones como apuestas posibles.

    De lo que no nos hemos dado cuenta del todo, es que, así como le hemos quitado poder a la autoridad, hemos perdido progresivamente también la nuestra. Hemos perdido la confianza en autorizarnos a nosotros mismos a tomar los caminos que nuestros deseos y experiencias nos digan. No sin miedo, ni ambivalencias, claro, ya que la vida no es sin ellas.

    Ese lugar vital es el que hemos ido cediendo al poder de las regulaciones, protocolos como una nueva burocracia infernal, ya no con el gris de oficina pública, sino que con los colores del Wellness: esa respuesta del mercado (siempre tan atento a cooptar nuestras nuevos caprichos y cobardías) para administrar nuestros cuerpos evitando los riesgos de la vida y sus circunstancias.

    La autoayuda es quizás su brazo armado, ¡cómo comer, cómo follar, cómo amar, cómo ser amado, cómo criar, cómo ser feliz! Son cuestiones que hoy prometen un algoritmo a prueba de fallas. Sin embargo, como la frase de John Lennon, la vida es eso que ocurre mientras estamos haciendo otros planes. Por fortuna, hay algo que no puede capturarse en ningún manual, radiografía, ni técnica con nombre en inglés: el deseo humano, aquel que nos empuja a querer vivir, a ir más allá de nuestros refugios. Y para que acontezca el deseo debemos estar disponibles a encontrarnos con la dimensión de la falta. Es decir, con el conflicto, la duda, el riesgo al equívoco. Todo aquello es motor de vida.

    Pero hoy leemos los conflictos del deseo como un déficit a resolver. Leí de la escritora chilena Lina Meruane, que estamos llenos de libros sobre cómo ser madres y por el contrario, encontramos bastante menos literatura sobre personajes de mujeres madres. Fórmula que quizás se replica en diversas dimensiones de la vida: ahí donde existen experiencias llenas de tensiones, matices y espesor; el nuevo control sobre la vida las convierte en el infierno de la gestión de unos cuerpos y unas mentes demasiado planas.

    "Aunque nos partamos la cabeza buscando la decisión correcta, no podremos dar con esa respuesta sino hasta una vez hecha la deliberación."

  • La empatía ayudaría a interpretar hasta los gestos de los perros

    Estudio aseguró que las personas con capacidad de ponerse en el lugar del otro reconocen mejor los gestos faciales.

    Pamela De Vicenzi

    La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Tal nivel de conexión puede incluso extenderse a la relación con las mascotas: las personas empáticas pueden hasta interpretar las expresiones faciales de los perros con más intensidad.

    Un estudio realizado por las universidades finlandesas de Helsinki y Aalto exploró cómo la empatía y otros factores sicológicos afectan la forma en cómo las personas evalúan la imagen del otro. Para efectos de la investigación, publicada en la revista Plos One, los participantes debieron observar imágenes de perros.

    Los resultados mostraron que la capacidad de compartir los sentimientos o experiencias también afecta a cómo se percibe la expresión facial de otros, lo que mejora las relaciones afectivas, ya sea con humanos o animales.

    Miiamaaria Kujala, especialista en ciencia cognitiva de la Universidad de Helsinki y autora del estudio, explicó que la empatía influyó en la evaluación de las imágenes que observaron en el experimento, aún cuando ya habían tenido contacto con los animales. "La cara es un estímulo biológicamente importante para los seres humanos", señaló la experta.

    Felicidad y amenaza

    Los investigadores ya tenían claro que las personas con amplia empatía emocional evaluaban las expresiones de otras con mayor rapidez, precisión y también con mayor intensidad. "La empatía acelera e intensifica la evaluación de las expresiones faciales de los perros, pero definir la exactitud de tales evaluaciones es actualmente poco fiable", indicó Kujala, ya que a su juicio las personas tienden a sobreinterpretar las expresiones ajenas.

    Asimismo, la investigación también reveló que una amenaza es más fácil de percibir que la felicidad, ya que los rostros que observaron los participantes "eran mucho más intensos".

    También se observó que, pese al amor de algunas personas por sus mascotas, es más fácil detectar la felicidad en los humanos que en los perros, ya que hay una tendencia a considerar más agradables los rostros felices de la misma especie.

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24