• El fin del asado

    Como todos los años estas Fiestas Patrias nos reunimos para compartir el asado ritual. Como toda fiesta ritual, está permitido el exceso, se levantan las inhibiciones momentáneamente y se permiten algunas transgresiones. Hay carnavales cuyo afán es el erotismo, y otras fiestas, como ésta, que se tratan de la oralidad: hablar, comer, tomar.

    Se veía venir, es el espíritu de los tiempos. Este año los comensales vinieron vestidos de feligreses, predicando su religión de la salud. Llegaron con sus potes de comida libre de cosas malignas y malas intenciones. Sus picoteos infinitos -quizás para evadir todo el almuerzo la tentación de la carne - hechos de cucuruchos de cosas con nombres exóticos y hasta de pronunciación siútica.

    Hasta acá habíamos lidiado con vegetarianos, que sin mucho alboroto se comían la ensalada y las papas mayo, también con algunos rehabilitados que traían su cerveza sin alcohol, pero que se emborrachaban de todas formas de risa y baile. Pero la cosa se fue complicando en el tiempo, cuando aparecieron esos nombres nuevos: el vegano exigente, el alérgico a algo, el amigo en détox. Dejó de tratarse de meras diferencias en la elección alimentaria y pasó a ser una demostración de virtud frente a los pecadores del choripán en mano.

    Durante horas, los amigos de siempre, lucieron sus nuevos conocimientos en biología molecular y energías cósmicas. Mientras el parrillero, ese ser bonachón que gusta de servir a sus comensales, se convirtió en un fondo de pantalla obsoleto. La dieta pasó de ser una banalidad estética a una moral.

    No tengo nada en contra de la alimentación saludable, todo lo contrario, pero este fenómeno supera la mera dieta: se trata de una cuestión de fe. Presentándose como La Fórmula para curar todas las enfermedades. Todas. Las del alma y las del cuerpo.

    ¿Será la falta de espiritualidad digo yo, que entonces apareció este sucedáneo? Si ya nada está demasiado prohibido, las instituciones que representaban el bien con sus iglesias van ganando descrédito, hasta el demonio pasó a ser un chiste. Supongo que hubo que reinventar el pecado, a satanás y la expiación. Sólo me pregunto si es necesario pegarse latigazos y seguir predicando en el momento de la fiesta. Que no es nada más que eso: un tiempo acotado en que se levantan las inhibiciones. ¡Pues tengan claro sacerdotes de la hamburguesa de soya, los infieles no siempre comemos así! Intuitivamente después de una bacanal, hacemos nuestras desintoxicaciones (sin necesidad de ponerle nombre en inglés, simplemente comemos menos). Pero los entiendo amigos, el sufrimiento cómodo debe ser público, para tener testigos de que se están pagando los pecados.

    Por fortuna, como toda religión cuchufleta libre de espiritualidad, ineludiblemente llega el momento de la fractura y la contradicción que nos vuelve a todos humanos. Así, cuando el más pequeño de la fiesta se echó a la boca algo no apto para un bebé de un año, los clérigos del asado lanzaron su sanción a la madre: "no seas neurótica, a los niños hay que dejarlos comer de todo". Claro, chancho limpio nunca engorda. Recién ahí partió la celebración.

    "¡Pues tengan claro sacerdotes de la hamburguesa de soya, los infieles no siempre comemos así! Hacemos nuestras desintoxicaciones sin necesidad de ponerle nombre en inglés."

  • Familia del Reino Unido tuvo a su hijo número 20

    Sue Radford (42) y su esposo Noel (46) tuvieron a su vigésimo hijo, haciendo noticia en el Reino Unido por ser la familia más numerosa conocida -al menos- en ese territorio. Los padres de esta familia y sus 19 hijos (tuvieron uno que murió), visitaron la semana pasada un programa de televisión donde contaron su historia: el primer niño nació cuando Sue tenía sólo 14 años y entonces no pararon hasta el noveno. Después de esto, Noel se hizo una vasectomía, pero se arrepintió y la fábrica se reabrió.

  • Estudio: los bebés pueden aprender que el trabajo duro vale la pena

    Un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets reveló que los bebés de 15 meses pueden aprender el valor del trabajo duro. Tras un experimento, los investigadores descubrieron que los niños que vieron a un adulto luchar por alcanzar un objetivo específico, se esforzaron más en una tarea difícil para ellos que los que vieron a uno triunfar sin esfuerzo alguno.

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32