• Qué nos importa de Cathy Barriga

    por constanza michelson / @psicocity

    Extimidad es el nombre en psicoanálisis de esa condición que nos habita aunque no lo sepamos: lo más íntimo de nosotros mismos es lo que estamos obligados a no poder reconocer más que afuera. De ahí que muchos intuyan que eso que situamos en el ojo ajeno, sea ante todo nuestra propia paja. Una paja cuya familiaridad sólo reconozcamos a través de la pasión por sobreinteresarnos en otro que nos perturba.

    Alguien que estos días ha ocupado lugar en nuestras discusiones, con una pasión proporcional a la molestia de tener una mugre en el ojo, es la nueva alcaldesa de Maipú. La chica Barriga para algunos, la señora Barriga para otros -esa disyuntiva que es justo el punto en cuestión- encarna un conflicto enquistado en lo más íntimo de nuestro ser en la cultura. Un conflicto que ha encontrado palabras en el debate de género para poder expresarse de un modo que permite criticar o defender, pero que cuida de no tocar aquello que nos interpela más íntimamente, ¿qué nos perturba de Cathy?

    Que la chica es rosada, que instruye princesas, que sólo ella tiene la llave de la cocina en su hogar. Básicamente representa a esa mujer que toma el atajo para encontrar un lugar en el poder, las que algunas llaman regalonas del patriarcado. Ocurrió algo similar en Brasil tras la presentación de la nueva primera dama, Marcela Temer, definida como una mujer "bella, recatada y doméstica". En ambos casos la crítica -para tener altura- suele comenzar con esas negaciones que son siempre una afirmación dicha con el resguardo de las comillas: "no es una crítica a su pasado de bailarina", pero posiblemente sea eso justamente lo que perturba: llegar a cierto lugar a través de la transacción de la carne, siendo la guinda de la torta ese giro posterior a la "señora bien", madre abnegada. Dos lugares que a las mujeres nos convocan a lo largo de la vida -los clásicos la puta y la dama- que nos seducen, los gozamos y los padecemos también. Lugares que parecen anacrónicos, pero que están lejos de estar obsoletos y que tendemos a ver en otras. De ahí las clásicas disputas entre nosotras respecto a la administración de los placeres, de la maternidad, del amor, también hoy de nuestra posición política.

    Quizás aquella paja en el ojo de Cathy, ese punto éxtimo, tenga que ver con algo que a las mujeres nos toca profundamente: si en la cultura hemos sido el sexo periférico, cada definición que se nos adjudica nos saca una tajada, y no nos convence. Jugar a objeto, a la buena madre, la poderosa, la que grita fuerte, todas posiciones legítimas, pero que llegado su momento suelen ser cuestionadas, porque a las mujeres nos llega la crítica por lo que supuestamente somos. Como si fuéramos un rasgo, un goce de un determinado momento, un tránsito por el que andamos. Al hombre que juega a objeto no se le acusa de puto, al poderoso o gritón tampoco de histérico. Para nosotras ninguna definición es tan cómoda, a pesar de que todas ellas sean rasgos más que aceptables. Por un lado debemos convivir con la propia conflictiva masculina con lo femenino, esa que empuja a encasillar a la mujeridad en alguna categoría que lo oriente. No nos hagamos los locos, lejos de que la división canalla entre la puta y la dama sea una práctica de los jóvenes ABC1, como apareció en un estudio sobre los colegios de élite, es algo que habita en una masculinidad tradicional de manera transversal. Y por otra parte, son definiciones que no convencen, porque si hay algo realmente interesante de lo femenino es que no calzamos nunca del todo en las definiciones, siempre nos queda un resto, una perplejidad de aquella forma de habitar el mundo para la cual no hay definición alguna. Quizás es ese punto exacto en que situaría lo más libre de lo femenino.

    "Básicamente representa a esa mujer que toma el atajo para encontrar un lugar en el poder, las que algunas llaman regalonas del patriarcado."

    Recibiré sus alegatos, dudas, tormentos y quejas a paisintimo@gmail.com.

  • Llaman peligrosas a tres millones de lavadoras

    Tres millones de lavadoras marca Samsung -de al menos tres modelos diferentes- fueron declaradas peligrosas hace poco. Esto, tras detectarse un defecto en su proceso de ensamble que hace que su tapa superior pueda salir volando al ser utilizada, provocando una situación de riesgo de lesión a sus usuarios. La peligrosidad de los artefactos quedó al descubierto tras reclamos de usuarios afectados, entre los cuales se cuenta a uno que sufrió una fractura de mandíbula y otro que se lesionó el hombro mientras accionaba uno de estos electrodomésticos. De acuerdo a Samsung, las lavadoras defectuosas habrían sido ensambladas entre marzo de 2011 y noviembre de 2016 y serán reemplazadas o reparadas.

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