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  • Sewell, la ciudad patrimonio de la minería

    Fundada hace más de 100 años en plena Cordillera de Los Andes, la ciudad minera llegó a albergar a 15.000 personas y a crear centenares de edificios. Hoy, si bien está deshabitada, sus construcciones rememoran las historias, anécdotas y tragedias.

    Darío Piña

    Si una pareja era sorprendida pololeando, no les quedaba otra que casarse. No había alternativa de pensar en otra pareja. Esas eran las reglas. Desde 1905 y durante décadas, las cosas en Sewell funcionaron a otro ritmo, con un esplendor económico y cultural como nunca antes visto. El uso del ascensor, el primer trasplante exitoso de un riñón y el estreno de películas ocurrieron no en Santiago, sino que a 2.200 metros sobre el nivel del mar y a poco más de una hora de Rancagua: sucedieron aquí, en el campamento Sewell.

    Ruta del cobre

    Domingo, día después de la lluvia. En una van, junto a una familia talquina, viajamos por la Carretera del Cobre con la Fundación Sewell, la encargada de preservar el campamento. Daniela Carmona, la guía, nos habla de los orígenes del territorio al que vamos. Cuenta que tuvo varios dueños, como la mismísima Quintrala, don Mateo de Toro y Zambrano, y don Juan de Dios Correa de Saa y Martínez, a quien sus peones llamaban el teniente Correa. Con el tiempo, y quizá por ahorrarse palabras, simplemente hablaban de "el teniente". Así quedó este título para la mina subterránea más grande del mundo, cuyos túneles unidos abarcarían la distancia entre Arica y Temuco.

    Por deudas, todo se vendió a norteamericanos, siendo la Braden Copper Company la primera empresa en operar en la mina. Fue justamente un tal Barton Sewell quien participó, en 1905, como máximo inversionista. Tras su muerte se bautizó con su apellido al campamento, a pesar de que el empresario jamás visitó Chile.

    La ciudad

    Al llegar a la montaña donde se ubica Sewell, ingresamos a un salón para ver un documental sobre la vida del lugar. Las imágenes en blanco y negro muestran a niños recibiendo al tren de carga, a las chimeneas humeantes, y a señores de traje y mineros saludando repetidamente a la cámara.

    Es un viaje visual hacia una comunidad que construyó salas de cine, iglesias, escuelas y edificaciones que aún se mantienen en pie.

    Aunque no todas. De 501 edificios, hoy solo quedan 50. La razón: tras la nacionalización del cobre comenzó el desalojo. Era 1971 y debían bajar a 15.000 habitantes. El Estado chileno y los privados habían decidido maximizar el espacio y ahorrar dinero.

    Entonces, la rabia gatilló los destrozos. Si los echaban perderían la salud, educación y vivienda gratuitas. Varios sewellinos, molestos por la decisión, saquearon el lugar. Tablas, cortinas y las incrustaciones de bronce de las cerámicas se vendían después en Rancagua. La empresa también hizo lo suyo y barrió con lo innecesario.

    "Fue entonces cuando un grupo de sewellinos decidió preservar el lugar y postularlo como patrimonio", comenta la guía. En 1998 el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle declaró a Sewell Monumento Nacional, y en el 2006 la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Ahora es intocable.

    Y así comenzó la reconstrucción. Con la ayuda de antiguos habitantes se rearmaron los inmuebles. Ahora caminamos por los edificios, por las canchas de palitroques, almorzamos en el hospital, visitamos la iglesia, subimos las escaleras, hasta que entramos a un salón de fiestas. Allí una pintura rememora la tragedia más grande de Sewell: a las 7 AM de un día de 1945, en el cambio de turno, a un minero se le quedó prendida una fragua que avivó las llamas. Todos empezaron a huir por los angostos túneles. Se desesperaron, amontonaron, a tal punto que taparon las salidas. Juan Segundo Zúñiga, el número 355, fue el último en ser sacado de la mina. Recién, desde entonces, la empresa les entregó guantes y cascos.

    Toda esta indumentaria se guardó en el Museo de la Gran Minería del Cobre. Allí hay herramientas, piedras con minerales, utensilios de cobre, hasta vestimentas y fotografías de la vida sewellina. "Por qué a nadie se le habrá ocurrido hacer una teleserie como pasó con Humberstone", dispara un turista. Quién sabe. Aquí, desde lo alto, miramos a lo lejos un mar de nubes. Estamos rodeados de nieve y sol, como si abajo el ritmo de las cosas fuera de otro mundo.


    ¿Cuánto cuesta?

    Por norma industrial, sólo pueden acceder a Sewell personas de entre 7 a 75 años y no pueden ingresar vehículos particulares, sino únicamente tours turísticos o autos autorizados por Codelco. Si desea adquirir un tour, los valores por persona son: $23.000 (7 a 24 años), $25.950 (25 a 59 años) y $23.000 (60 a 75 años).

    El almuerzo tiene un costo aparte de $6.000. Más información y contacto en fundacionsewell@gmail.com.

    Las salidas son de martes a domingo.

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