Se acerca el 18 y el ánimo de celebrar llega junto con el olor a asado. Todas y todos nos preparamos para disfrutar de un festín junto a nuestros familiares, amigos y seres queridos, planeando un fin de semana de escape en que impera el tricolor.

Celebramos que hace 205 años Chile comenzó el tránsito hacia la libertad, pero si en realidad nos ponemos a pensar: ¿Tenemos todos, todas y todes el goce de ese valor? Sólo desde el 2012 el panorama en Chile ha ido cambiando de a poco al entrar en vigencia la ley que establece medidas contra la discriminación. Hoy vemos optimistas la implementación a partir del 22 de octubre del Acuerdo de Unión Civil, que permite tanto a parejas hetero como homosexuales contraer este vínculo y por tanto la calidad de convivientes civiles. Sin embargo, hemos detectado ciertos vacíos en ella en orden a la existencia de ciertas discriminaciones arbitrarias en torno al goce de ciertos beneficios previsionales, vacíos en los que como Fundación Iguales estamos trabajando para que dichas distinciones cesen antes de la entrada en vigencia de la ley.

El Acuerdo de Unión Civil es un avance significativo para nuestro país, porque más allá de ser una ley, se reconoce una forma de familia que ha sido históricamente invisibilizada. Una familia que este 18 va a celebrar, como siempre lo ha hecho, pero con un gusto distinto al ver un auspicioso futuro en torno al reconocimiento de sus derechos.

Tenemos mucho que avanzar si queremos en verdad celebrar la libertad en Chile. Urge que se asegure el derecho a la identidad de todos, todas y todes, tanto para adultos como para niños, niñas y adolescentes. Asimismo, debemos avanzar en el debate y regulación del matrimonio igualitario.

En la sociedad actual, a diferencia de la que dio el puntapié inicial hacia la libertad, las decisiones no se toman en una Junta de Gobierno. Hoy, más allá de la orgánica institucional de nuestro país, la sociedad civil tiene un rol protagónico en las reformas sociales. Muchas de las leyes que últimamente han entrado en vigencia han sido fruto, en parte, de la presión que la sociedad ha generado en los diversos poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

En unos días más, miles de parejas querrán celebrar con chicha y empanadas, en una sociedad en que bailar cueca entre parejas del mismo sexo no sea un tema.

Queremos vivir en un Chile en que la diversidad sexual sea un valor apreciado de misma forma como se valora la libertad. Celebremos la libertad en libertad e igualdad, celebremos entre iguales como iguales.

Priscilla Améstica. Acordó con una compañera de trabajo ir a una clase de pole dance y probar una nueva disciplina deportiva basada en el baile del caño: "Yo trabajaba como administrativa hace 14 años, y estaba sumergida en el trabajo, en los estudios y en mi hija".

"Esa primera clase fue muy fuerte, porque pese a lo joven que me sentía, me di cuenta de lo sedentaria que me había vuelto. Al final, cuando elongamos, me miré las rodillas y me di cuenta de que los años ya se me estaban notando. Entonces decidí continuar con el pole dance y hacer algo por mí", agrega.

Hoy, 3 años después de esa difícil primera clase, es profesora en su propia academia en Providencia, la "Go Pole!". "Cuando llevaba poco más de un año entrenando, mi maestra se me acercó porque había escuchado a otras alumnas decir que les gustaba cómo les explicaba y motivaba a moverse. Me preguntó si quería certificarme para hacer clases en su academia, yo lo hablé con mi pareja y decidí darle un vuelco completo a mi vida, reinventarme. Trabajé en varios estudios y gimnasios y en noviembre me independicé junto con una amiga".

Dice que los beneficios del pole dance son físicos y psicológicos: "Tonificas el cuerpo, logras mayor flexibilidad, estilizas la figura, trabajas la coordinación y te haces más fuerte. Por otro lado, comienzas a reconocer tu cuerpo y aceptarte como eres. Yo era una persona tímida e insegura, siempre trabajando detrás de un escritorio 9 horas diarias. Luego de un tiempo tomando clases me sentía más segura, activa, llena de energía".

Me gusta el 18 y sus asados, terremotos y ambiente buena onda, pero hay algo en que pienso y empiezo a sudar frío: la cueca. No es que odie nuestro baile nacional, ni que desconozca los pasos para bailarlo. Simplemente no puedo hacerlo.

Primero lo intenté en el colegio, donde cada año nos ponían nota por bailar "La Consentida" o "El Guatón Loyola", pero nunca tuve éxito, lo único que obtuve fueron pésimas calificaciones. Luego intente pidiéndole a un amigo que me enseñara a ejecutar bien los pasos, pero se burló tanto que terminé peleado con él. Finalmente, me puse a estudiar videos de presentaciones que encontré en Internet. No hubo caso. Mi zapateo sigue pareciendo un ataque epiléptico.

Es habitual ver caminando por la calle a personas incómodamente vestidas, que se nota que lo único que quieren es llegar a sus casas a ponerse un polerón, un pantalón de buzo y unas pantuflas peludas, o bien sólo una larga y suelta polera y un short, dependiendo del clima. La verdad, yo no puedo entender a las empresas que exigen a sus trabajadores vestir camisa y traje de dos piezas y, a sus pobres trabajadoras, tacos poco estables y faldas tubo. ¿Acaso creerán que vestidos así trabajamos mejor? Absurdo, desde todo punto de vista. Creo sinceramente que hay que rebelarse y exigir comodidad para llevar a cabo la rutina diaria. Estoy segura que haríamos todo mejor.

Uno de los principales atractivos del hoyxhoy, además del Condorito, el puzzle, el sudoku y, por supuesto, la información, son sin duda las recetas. Olga Lobos (64) es una fanática de las preparaciones que aquí se proponen.

El Parque Quinta Normal es el mejor panorama para un día domingo en Santiago. No importa si está nublado.