• ¿Para ser bella hay que ver estrellas?

    el pais intimo

    Aquí estoy tratando de taparme el moretón que tengo en la cara desde hace algunos días. Nada fácil, porque el maquillaje y el calor no son buenos amigos. Todo porque un día me levanté, me miré al espejo y me encontré vieja. Tenía que hacerlo, algunos gugleos por aquí y por allá. Ya está, tenía que ir a pincharme algún producto de esos para el rejuvenecimiento facial. Total, muchas mujeres lo hacen, dije.

    Mi vida debía continuar, morada o no. Por supuesto, que se posaron en mí miradas interrogantes. ¿Pero qué podía decir? Por supuesto que no quería que pensaran que había sufrido algún tipo de violencia familiar; pero tampoco podía aclarar el asunto. Confesar lo que había hecho, es peor que una arruga: es mostrar que si lo hice es porque estoy vieja e insegura, aunque ya esa raya en la piel esté cubierta. Como decía Freud, la negación es siempre una afirmación.

    Tuve algunas reuniones laborales, en las que discutimos con frecuencia el lugar de la mujer en la cultura; y yo quería hundirme en la silla, llena de contradicciones. Así también con mis pacientes, a quienes empujo a adquirir mayor libertad consigo mismos; y yo encarcelada en mi moretón.

    Fea y pesada

    Por alguna razón, esta vez -porque no es primera vez que me ocupo de mi aspecto físico- mi alma toda se enquistó en esa mancha facial. Con una especie de caña moral, me he preguntado cuánto podemos las mujeres salir efectivamente de la opresión de la cultura sobre nuestros cuerpos. No es nada nuevo para nosotras la idea de que nuestra carne está domesticada desde la hegemonía masculina. Y que desde niñas aprendimos que un rol fundamental de nuestra existencia era la seducción. Ser deseadas a veces es proporcional a nuestro amor propio, y -por supuesto que no es la única herramienta que portamos- pero la admiración de la belleza es un arma muy poderosa.

    Aunque no nos guste y sepamos que es una esclavitud, nos damos cuenta que en este mundo estar gorda, fea o vieja, es una mierda, aunque nos mintamos por piedad entre las congéneres. Es como si cualquiera de estas tres categorías -gorda, vieja, fea- nos desplazara del lugar de ser mujeres sexuadas. Frente al más mínimo desliz, se antepone al juicio de nuestros actos nuestra condición : "Es fea y pesada", "Vieja y caliente". Como una especie de interdicción social, si no se está en categoría de bella y joven, una no puede hacer todo lo que quisiera.

    Le ocurrió a Madonna hace algunas semanas. Se cayó en el escenario. Y la superioridad moral del asesino de las redes sociales, la sancionó de vieja desubicada, mandándola a guardarse en su casa. A esto se le llama "ageism" o discriminación por edad (que por cierto, no tiene una letra de español), y aqueja a las mujeres de manera bastante prematura respecto de los hombres.

    Las mujeres sabemos de esto, y entendemos que seguir alimentando este fetichismo del cuerpo femenino, nos lleva a caer en nuestra propia trampa al final del día. Pero, aunque seamos conscientes, ¿podemos parar realmente? Da la impresión que no tanto.

    Por eso, no creo en eso de que ser feminista implique no pintarse las uñas, o que por no depilarse cambiaremos el mundo. Es más, muchas veces la defensa ferviente de la fealdad como otro modo de felicidad, suena más a una formación reactiva: a la cara rebeldía de la misma moneda. Por que, si no nos importara realmente, simplemente no sería un tema.

    Lo cierto es que las mujeres tenemos una relación bastante estrecha con la belleza, la cual también puede ser amable y placentera. Siempre y cuando podamos dejar esa consigna de nuestras madres: para ser bellas hay que ver estrellas.

    ¿Cuál es el límite? Creo que es personal. Cuando las dietas y las intervenciones nos empiezan a doler moralmente, y a hacernos sentir miserables, hay que parar.

    La estética es una relación ética con nosotros mismos. A veces se trata de querernos y sacarnos brillo, o proyectar algún aspecto de nuestra singularidad. Pero en otras oportunidades las intervenciones son reflejo del mayor desprecio por nosotros mismos. Y aunque en ambos casos se pueda hacer la misma dieta, se trata de asuntos absolutamente distintos. Es un error pensar que se puede resolver en la imagen, algo que está dañado en la subjetividad.

    Para ser bella, no es necesario ver ninguna estrella. Si las empieza a ver, es hora de detenerse en su espiral de intervenciones. Ya que a más enchulamiento obsesivo, mayor es la sensación de inseguridad.

  • Fumadores que usan Twitter podrían dejar más fácil el hábito

    Estudio señaló que los usuarios que escriben mensajes relacionados a dejar el tabaquismo en la red social, serían más capaces de darle fin a su adicción.

    Un nuevo estudio, realizado por expertos de las universidades de Stanford y de California Irvine, EE.UU., determinó que es positivo escribir mensajes en Twitter si se desea abandonar el hábito de fumar. Los usuarios de la red social que participaron en el estudio, observaron, escribieron y recibieron tuits que daban cuenta de los avances, preguntas e inquietudes de cada uno sobre el tema, además de muestras de apoyo, con respecto al abandono de su tabaquismo.

    Los investigadores observaron por 100 días a dos grupos de fumadores, uno de ellos conformado por habituales usuarios de Twitter. Estos últimos se podían escribir entre ellos, a través de una cuenta llamado Tweet2Quit, sobre sus deseos de darle fin a su consumo de nicotina.

    Al finalizar la investigación, se dieron cuenta de que el 75% de los que hicieron uso de la red social habían conseguido abandonar el hábito, frente a un 42% de éxito entre los fumadores que no utilizaron la plataforma virtual. Se señaló además que el 78% de los participantes había escrito al menos un mensaje en la red social y que el número promedio de tuits por persona fue de 72 durante los 100 días de investigación.

    Estos hallazgos fueron publicados en la revista especializada Journal of Medical Internet Research. La doctora a cargo de la investigación, Cornelia Pechman, afirmó: "Nuestros resultados indican que incorporar mensajes en las redes sociales resulta ser muy efectivo. Los voluntarios recibían y escribían sobre el deseo de dejar el cigarrillo y, de aquel modo, eran más conscientes de él. Cuanto más se hablaba sobre parches de nicotina, mejoras en la salud y recompensas, más fácil era continuar sin fumar".

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