• Arica: sus secretos más allá del Morro y las playas

    Momias con más de 7.000 años de antigüedad, sitios arqueológicos y cementerios indígenas conforman una de las rutas más escondidas y, a la vez, atractivas de la zona. Hace rato que Arica dejó de ser sólo aguas templadas y torneos de surf.

    Claudia, una guía turística de 24 años sumamente entusiasta, mira a un grupo de seres humanos somnolientos y grita: "¡Arica es maravilloso!". Sus 12 oyentes la miran incrédulos. Vienen bajando del avión y a su alrededor sólo se ve desierto. Miles y miles de kilómetros cuadrados de desierto. El panorama parece cualquier cosa, menos maravilloso. Todos callan.

    Salvo un hombre: se trata de Luis, un periodista chileno de 60 años, radicado en Suecia desde los 80. Explica que lleva tres meses en Sudamérica grabando una serie de reportajes para un canal de televisión europeo. Luis mira por la ventana del minibús, fija su vista en algún punto indeterminado y dice: "Muy interesante". La frase la repetiría una decena de veces durante los próximos tres días.

    Habla ahora Claudia, la guía. Repite que Arica es maravilloso y enumera una serie de razones. Es más que el Morro, dice. Más que las playas. La Arica desconocida, afirma, esconde secretos místicos. Y se detiene en un atractivo muy educativo: las momias chinchorro. Fue la primera cultura, relata, en momificar a sus muertos. Lo hacían a través de un proceso muy sofisticado, y algunos de los vestigios que han sido encontrados en Arica, y sus alrededores, superan los 7.000 años.

    Luis, el reportero sueco-chileno, escucha y repite su frase de cabecera: "Muy interesante".

    Las momias

    El Museo San Miguel de Azapa está ubicado a 15 kilómetros al este de Arica. Es una casa añosa donde se encuentran las momias milenarias de las que hablaba Claudia.

    Iván Muñoz, el director del museo, es un arqueólogo muy reputado y jura que la cultura chinchorro es apasionante. Dice que la historia está en deuda con ellas: los incas se han robado el protagonismo. "¡Todos hablan de los incas! Pero el Camino del Inca no lo hicieron ellos. ¡Lo hicieron los chinchorros!", grita.

    Sergio Medina, antropólogo de la Universidad de Tarapacá y perito en historia, asiente. Un reportero gráfico, apostado frente al director, dispara siete veces su cámara, y Mariela Sánchez, la mujer encargada de conservar las momias, denota estrés. "¡Sin flash, sin flash!", dice. El reportero no usó flash pero la señora Sánchez prefiere prevenir.

    La delegación entra ahora en un depósito de momias. Claudia, la guía, grita: "¡Es un lujo estar aquí! No está abierto al público". Luego saca su celular, hace cuatro fotos y las envía por WhatsApp a sus compañeros de universidad. Luis la felicita.

    La caleta

    Es el segundo día y el grupo, cada vez más instruido en la cultura chinchorro, se mueve ahora a Caleta Camarones, al sur de Arica. El camino se emplaza en la ladera de un cerro, por encima del Valle de Choapa. "Miren las animitas", dice un reportero muy asustado y apunta al precipicio. El grupo mira. El ambiente es levemente tenso. Todos están en manos de Roberto, el chofer.

    El bus llega, finalmente, sin problemas al destino. En el lugar hay apenas siete casas y cinco autos. Ninguno tiene ruedas. A un costado de la ruta está el sitio arqueológico Camarones 14, donde fueron halladas las momias más antiguas del mundo.

    Un par de kilómetros más allá está la caleta, desde donde se pueden extraer hasta 25 mil mariscos en un día bueno. Jorge Ardiles, un buzo de 62 años, hace el tour.

    La visita toma dos o tres horas y durante todo el tiempo que el grupo recorre la zona, existe la sensación de que se camina sobre un cementerio. Sergio Díaz, el antropólogo, dice que sí. Efectivamente el grupo camina sobre un cementerio. "Muy interesante", dice Luis.

    Al regreso el bus se detiene en el restorán Poseidón. Víctor, un chef experto en mariscos, revuelve un disco artesanal con varios kilos de comida. Hay choros, ostras, pulpo, pollo, carne de cerdo y mucho vino blanco. Es el lugar de comida más reputado de Caleta Camarones. Aunque sospechamos que, en realidad, es el único lugar de comida. El grupo come y mientras lo hace celebra la comida. Al regreso, todos duermen.

    La Arica nocturna

    Es el último día y Luis está eufórico. Quiere bailar. Quiere tomar whisky, dice. Lo miramos atónitos. El hombre que mantuvo la compostura durante todo el viaje está fuera de sí. ¿Qué le pasa, Luis?, preguntamos. "¡Yo lo invito, amigo!", responde. No nos podemos resistir. Debemos acompañar a Luis.

    El lugar se llama Bar Mojito. Es una terraza amplia, plagada de surfistas brasileños que, por estos días, disputan una fecha del Mundial en Arica. Luis, el hombre al que todo le interesa, pide una ronda de whisky. Todos tomamos. Lo hacemos por respeto a él. Corre la segunda ronda. Luis paga. El periodismo en Suecia, entendemos, es sumamente lucrativo.

    -¡Guuuuuuuáaa!- grita Luis.

    El grupo le sigue la corriente. No lo queremos dejar solo. De pronto Luis se pone de pie. ¿¡Qué está haciendo, Luis!? El hombre vuelve a gritar y se acerca a una mesa. Le habla a dos damas ariqueñas. Resulta que Luis es un galán. El grupo lo mira de lejos. Es pleno julio y no hace frío. El bar está lleno. Algunos hablan de la cultura chinchorro. Otros intentan mantenerse en pie. Luis, en cambio, habla de amor. Y dice, cada cierto rato, su frase favorita: "Muy interesante".

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