Las Fiestas Patrias se celebran en Chile con un entusiasmo que resulta extraño e inusitado para quienes provienen de otras latitudes. El frío y el país circunspecto quedan atrás, y una súbita fiebre se apodera de nuestras almas durante septiembre. Florece el tricolor, florece la vida, florece la fiesta y pareciera que en esos días nada importa más que la cueca, las ramadas, la carne y el vino.

Es importante que un país tenga celebraciones, cualquiera sea su naturaleza. La fiesta es un espacio de reencuentro con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo. Un relajo en la apretada agenda de trabajo (y/o estudio) de los chilenos. Un último empujón para llegar a fin de año.

Pero así como abogamos por la diversión, también llamamos a celebrar con responsabilidad. No queremos que esta importante fecha se vea empañada por compatriotas que no respetan a sus semejantes y no entienden lo que es la moderación en la celebración. Porque esa no es la fiesta que queremos.

Como Gobierno Regional realizamos todos los años un trabajo mancomunado con autoridades civiles y policiales para intentar tener unas Fiestas Patrias más seguras y tranquilas. Afortunadamente en 2014 pudimos revertir una tendencia al alza y, por ejemplo, en las tradicionales fondas del Parque O"Higgins hubo solamente 18 detenidos, lejos de los 98 infractores contados en 2013.

La dictación de la Ley Emilia posibilitó que también muchos dejaran sus autos en las casas: sólo se detuvo a 162 personas conduciendo en estado de ebriedad y a 96 bajo la influencia del alcohol en calles y carreteras de la Región.

Las labores preventivas sanitarias son otra arista de nuestro trabajo y se dirigen a los productos altamente consumidos en estas fechas, como carne, el pipeño con que se hace el "terremoto", o las empanadas. En 2014 se realizaron 2.270 fiscalizaciones en locales, fábricas y cocinerías de Santiago, con 117 sumarios sanitarios y 6 prohibiciones de funcionamiento. Se decomisaron en total casi 16 toneladas de productos cárneos y cecinas en mal estado que permitieron que no se registraran intoxicaciones masivas en Santiago.

Pero toda medida previa es insuficiente si no es la propia población la que toma conciencia de los riesgos y actúa responsablemente. No sacamos nada con fiscalizar la comida si los consumidores no se empoderan y exigen altos estándares a comerciantes y locatarios. Y no sacamos nada con fiscalizar a los vehículos en un lugar si en otro punto de la capital un conductor borracho pone en riesgo la vida de otro. Vivir unas Fiestas Patrias en paz y tranquilidad está en nuestras manos.

Patricia Sepúlveda. Su plan para el próximo año es viajar a Austria e iniciar una nueva vida con su pololo. Lo conoció en el colegio. Ella estudiaba en una escuela internacional y él estaba en Chile de paso, por el trabajo de sus padres. Desde entonces, ambos cruzan el océano para verse un par de semanas cada año.

Por estos días, él está de visita y mientras salen a pasear de la mano por Santiago, hablan sobre el futuro que los espera en la ciudad de Linz, donde por fin podrán estar juntos sin un plazo que los limite. Estudió alemán un año, pero pretende seguir preparándose para comunicarse bien cuando esté allá: "Me gusta mucho la capital de Austria. De partida, la población es como un tercio de la de Santiago, entonces no hay colapsos como acá y uno puede caminar por la calle tranquila. Los medios de transporte llegan a la hora. En los paraderos tienen un letrerito que anuncia en cuántos minutos llega el próximo bus".

El transporte es un tema para ella, porque debe viajar todos los días de su casa en Quilicura hasta el instituto en Providencia: "En las mañanas mi papá me tira al Metro de Américo Vespucio Norte y me demoro como 45 minutos. Pero en la tarde, de vuelta, además del Metro tengo que tomar la 315, y duplico el tiempo. Eso, si es que no hay taco en el Trébol. Por eso me gustaría que hubiera más respeto entre los que ocupan los medios de transporte. Todos se empujan y no se dan permiso".

Está en el último semestre de su carrera de traducción e interpretación, y junta plata haciendo clases particulares a los hijos de sus vecinos.

Tengo un problema. Hace como tres años que me estoy enfermando siempre uno o dos días antes del 18, y no de resfríos piola, sino que de amigdalitis inclementes acompañadas de la fuerte alergia que también me ataca en estas fechas. Lo que trato de decir es que estoy pasando todas las Fiestas Patrias en cama, con fiebre y antibióticos. No me dan ni ganas de probar un choripán. Es triste. Y si logro probar uno, no le siento el sabor porque tengo la nariz toda tapada. Me pregunto si le pasará a más personas o es una especie de protección de Dios para evitarme el coma etílico o la gastroenteritis, No sé si alguna vez lo sabré, pero espero que este año se rompa la tradición.

Tengo 28 años y recién me está saliendo mi primera muela del juicio. Mis amigos me molestan, dicen que antes no tenía juicio y por eso no me salía. Yo creo que son unos prejuiciosos (y buenos para la talla mala, igual que yo). Bueno, ese no es el tema, lo que me inspiró a escribir estas líneas es que realmente duele la cuestión. Yo antes pensaba que el dolor lo sentía la gente cochina que no se lavaba los dientes y terminaba con la muela infectada, pero me equivoqué. Me estoy lavando los dientes alrededor de seis veces al día, con una meticulosidad impresionante, y me duele igual. Cada cachito que se asoma me llena de dolor por varios días. Prepárense, chiquillos.

"Es un buen diario, además es gratis y lo entregan en el Metro". Son las razones por las cuales Manuel Villanovoa (32) lee el hoyxhoy. Sin embargo, reconoce que no es fanático de todos sus columnistas, pero se reserva sus identidades.

Así se ve el barrio El Golf después de un día de mucha lluvia. El cielo azul y un sol brillante recargan nuestras energías.