• Más allá del pan con huevo

    Muy conocidas son las bondades del huevo por las mañanas, a la hora del desayuno. Es en ese momento del día cuando nos parece más apetecible que nunca, por lo que no dudamos en comerlo en las más diversas preparaciones. Revuelto en sartén o en una paila. Solito, con jamón o tocino. Con tomate y orégano. Con queso. También puede ser frito, a la copa y -ya más sofisticado- escalfado o incluso Benedictino. En todos estos formatos, el compañero fiel de los huevos es por excelencia el pan, que funciona simplemente a la perfección. Porque, hay que decirlo, ¿qué sería de un par de huevos sin un trozo tibio y crujiente de pan? La verdad, prácticamente nada. Porque aunque el huevo es sabroso por sí solo, sin pan siempre quedará incompleto. O mejor dicho, huérfano.

    No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que esta complementación tan perfecta entre huevo y pan indica que los sánguches que utilizan alguna preparación a base de huevo deben quedar bastante buenos. Y así es. Sin embargo, la presencia de este alimento en nuestra amplia carta sanguchera es más bien acotada. De esta forma, uno de los más conocidos es el clásico York, que consiste en una mezcla de huevo revuelto con jamón, que suele servirse en pan de molde y que es el rey a la hora del desayuno en cientos de fuentes de soda y cafeterías de todo el país. Otro emparedado que suele comerse por la mañana es el de pasta de huevo duro con mayonesa y perejil. Se trata de un sándwich que se come frío, es bastante atorador (por ende llenador) y aunque ya no tiene tanta presencia como antes, sigue apareciendo en kioscos de universidades e incluso en improvisados puestos a la salida de algunas estaciones del Metro. Esto último, obviamente, siempre y cuando Carabineros lo permita y no se lleve al vendedor (sánguches incluidos) a la capacha. Otra preparación de esta línea, pero que simplemente pasó a la historia fue el Rover, una hamburguesa que -entre otras cosas- llevaba un gran huevo frito encima y que era la gran estrella de los desaparecidos Burger Inn.

    Ahora bien, el sándwich con huevo indiscutido de nuestras planchas es sin duda alguna el Chemilico, ese churrasco que como único ingrediente extra lleva un huevo frito, que con su yema partida por el cuchillo inunda de humedad y sabor la carne y el pan. Simplemente, una joya de sánguche y que hoy presentamos (con algunas golosas variaciones) en la receta que está más abajo. Y si le preocupan las calorías o el colesterol, lo único que puedo decirle es que simplemente se equivocó en el momento de empezar a leer esta columna.

  • Los huevos

    Si se fríen mucho, el sándwich le quedará seco. Si los fríen muy poco, chorreará demasiado. La ciencia de esta preparación es poder darle a la yema del huevo esa consistencia perfecta, poco cocida, pero con la suficiente viscosidad como para mantenerse pegada entre la carne y el pan. Y claro, hay que comérselo bien rápido y sin soltarlo mucho.

  • Temperatura ambiente

    Para cualquier preparación con huevo. Es decir, para hacerlos fritos, en tortilla, mayonesa o lo que sea; siempre será mejor trabajar con estos a temperatura ambiente. Por lo mismo, tienen entonces dos opciones: mantenerlos siempre fuera del refrigerador o de lo contrario sacarlos unos 15 minutos antes de usarlos, para que se temperen.

  • Con queso

    Hay gente que le da aún más contundencia a este sándwich poniéndole un poco de queso fundido. Queda muy bueno, pero claramente es casi imposible prepararlo en casa sin que algo se queme. Así que para esta variación del Chemilico aconsejamos ir a su fuente de soda favorita para que se lo preparen profesionalmente.

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