• El observatorio en Santiago que se quedó sin estrellas

    El recinto astronómico ubicado en el Cerro Calán tiene 163 años de vida. Gracias a él se identificaron astros y planetas, pero ahora la contaminación lumínica de la capital hace imposible esta labor. Actualmente realizan investigación y cursos de "astrobiología".

    Para observar correctamente la inmensidad del espacio es necesario contar con cielos despejados y una escasa luz artificial desde la superficie. Santiago en la actualidad no cuenta con esas imprescindibles condiciones, pero aún así sigue funcionando hace 163 años el Observatorio Astronómico Nacional, un recinto que llegó a ser pionero y uno de los más importantes en América Latina durante el siglo XIX. Desde 1963 está emplazado en el Cerro Calán, sector de Los Dominicos, Las Condes, pero en sus orígenes se hallaba en pleno centro de la capital, en el Cerro Santa Lucía, trasladándose en 1862 a Quinta Normal y luego en 1910 a las cercanías de Lo Espejo. Actualmente, desde las alturas de la zona oriente de la ciudad, sobre la cuenca sumida en el esmog, se puede notar, probablemente con lamentación, que ya es imposible apreciar desde allí los secretos que esconde el firmamento.

    Desarrollo astronómico

    El observatorio fue inaugurado en 1852, a través de un decreto supremo del entonces presidente Manuel Montt, con el fin de desarrollar la floreciente disciplina de la astronomía en el país. Una expedición de científicos desde EE.UU. arribó para colaborar con este futurista proyecto, que con el tiempo incluyó también la presencia de expertos alemanes, franceses y rusos, mientras se desarrollaba la experticia de jóvenes compatriotas apasionados por conocer más sobre el universo. Este recinto dependió directamente del entonces Ministerio de Instrucciones Públicas hasta 1927, cuando pasó a depender de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Con remotos telescopios pudieron observar estrellas no demasiado distantes, además de Venus, Marte y el famoso cometa Halley en 1910.

    El Premio Nacional de Ciencias Exactas 1999, José Maza, llegó a este lugar en 1965 cuando se fundó el Departamento de Astronomía. Estudiaba Ingeniería Eléctrica, pero decidió dedicarse a la exploración del universo por el resto de su vida. "La tradición histórica de este observatorio ha sido la astrometría, especialidad en la cual se miden las posiciones de los objetos brillantes, tales como planetas y estrellas, haciendo uso de un círculo meridiano y un astrolabio. Con los años se dejó de hacer porque es una tarea laboriosa: en 15 años se podían observar 7 mil estrellas, mientras que los satélites son capaces de hacer un catálogo entre 100 mil y 500 mil estrellas en sólo un año", explicó a hoyxhoy el destacado astrónomo nacional. A medida que se fueron desarrollando los observatorios astronómicos del norte de Chile (del Cerro Tololo y de Las Campanas), el ubicado en Cerro Calán comenzó a transformarse en sólo un lugar de trabajo para los docentes, contando además con una biblioteca y un auditorio donde se realizan cursos y talleres para el público en general. Sus instrumentos terminaron adquiriendo relevancia histórica más que práctica.

    Divulgación científica

    El pasado viernes un grupo de aficionados, de diversas edades, se reunió en el auditorio del recinto para aprender sobre "astrobiología", a través de un curso de cuatro semanas dictado por el académico y astrofísico Diego Mardones. "La astrobiología es una ciencia multidisciplinaria y naciente que ha tenido un auge en Chile desde el 2010. Se trabaja con biólogos, geofísicos y astrónomos, con el fin de determinar bajo qué condiciones especiales puede surgir o perdurar la vida. La gran mayoría de nosotros estamos convencidos de que existen muchas posibilidades de vida, aunque sean sencillas. Lo complejo es determinar a qué le llamamos vida", afirmó el experto. Sobre el nuevo proyecto para hallar vida inteligencia extraterrestre, del cual Stephen Hawking es parte, Mardones señaló que discrepa en su interés: "Una cosa es encontrar presencia de vida y otra es comunicarse, donde debes tener un idioma que ambas partes entiendan. Vale la pena el intento, pero mi interés es identificar qué es lo especial que tenemos en la Tierra para albergar la vida, para luego analizar los planetas extrasolares".

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