• Ella es la abogada y policía que enfrentará a Crespita

    El 21 de noviembre, en Santiago, Carolina Rodríguez defenderá el título mundial Gallo de la FIB frente a Irma García, púgil mexicana y número uno del ranking. Tiene 34 años, fue campeona del mundo en 2013 y arrastra una historia poco frecuente: estudió derecho, ingresó a la Academia de Policía y hoy cursa un diplomado y una maestría.

    Crespita Rodríguez, una boxeadora chilena muy reputada y campeona mundial Gallo de la FIB, enfrentará el 21 de noviembre a una rival sumamente intelectual. Ocurre que la púgil chilena, que ya ha defendido con éxito tres veces el cinturón que consiguió en mayo de 2014 en Monterrey, volverá a disputar el título. Y lo hará frente a Irma García, alias Torbellino, una mujer mexicana de 34 años que ostenta en su currículum dos diplomas: el de abogada y el de oficial de la Policía Federal de Ciudad de México.

    Hoy, además, Irma, una ciudadana que ama los libros, estudia un diplomado en criminología y cursa una maestría en administración pública. Todo, mientras cumple con un riguroso horario de oficina en la policía y entrena junto al Ernesto "Tío" Sandoval, un mítico entrenador mexicano de boxeo, para el combate que disputará en Santiago dentro de dos meses.

    La historia

    Irma García no creció en un barrio peligroso. Nunca consumió drogas. Jamás pasó por su cabeza cometer un delito (Irma es una mujer muy correcta). No hizo ni sufrió bullying. No llegó al gimnasio para defenderse de un niño abusador. Ni fue descubierta por un promotor anciano en una pelea callejera.

    Irma García no se convirtió en boxeadora siguiendo el camino típico. Lo hizo recién a los 28 años cuando cumplía con un trabajo abnegado: era escolta de la Agencia Federal de Investigación de México y cuidaba la vida de hombres y mujeres muy importantes. ¿Qué tan importantes, Irma?, pregunta hoyxhoy. "Personas públicas, digamos personas VIP", aclara Torbellino.

    Antes se había recibido de abogada en la Universidad Mexicana y había pasado con éxito por la Academia de Policía. Y luego, a los 28 y mientras oficiaba de guardaespaldas, tuvo una revelación: resguardar la vida de personas importantes, filosofó, requería de una condición física óptima.

    "Yo había hecho artes marciales. Pero cuando entré como escolta, lo que estaba más cerca de mi domicilio era un gimnasio de boxeo", relata.

    Entrenó un año como aficionada. Y de pronto, como en una película cualquiera, apareció el promotor añoso (el que no había aparecido antes). Irma García, pensó un hombre anónimo, era una boxeadora en potencia. Al principió ella se negó. Después de varias súplicas, sin embargo, aceptó debutar como amateur. Ganó por nocaut.

    "A los 29, por la edad, me dijeron que tenía que empezar y debuté como profesional", agrega. Tres años después, en 2013, se convirtió en campeona mundial Gallo de la WBA.

    Y a principios de 2015, por una lesión en su mano izquierda, el organismo le quitó el título ("por secretaría"). Y por eso viene a Chile en noviembre: como número uno del ranking de la FIB, tiene derecho a pelear por el cinturón que hoy reside en Crespita.

    Policía y abogada

    Irma García, apodada Torbellino por un reportero mexicano, nunca tiene miedo. No lo tenía cuando cuidaba la vida de hombres y mujeres que no conocía. No lo tiene cuando trabaja como policía. Y no lo tiene, tampoco, cuando boxea. Es, anuncia, una mujer aguerrida.

    ¿Sus compañeros policías le temen, Torbellino? "No, me respetan, me tienen cariño", responde. ¿Y sus colegas boxeadoras?, insistimos. "No, pasa que en el ámbito policial me conocen como la boxeadora y para los boxeadores soy la policía. Pero es muy padre, me respetan, me dan energía", dice Irma, una mujer que reboza paz.

    Explica que estudió derecho para ayudar a la gente. Y que luego entró a la policía por dos razones: seguir ayudando a la gente (obvio) e investigar crímenes complejos. Ambas son, afirma, profesiones perfectamente compatibles.

    Con delicadeza, le insinuamos a Irma que la policía mexicana tiene fama de corrupta. Le aclaramos, eso sí, que nosotros no pensamos eso (¡es lo que se dice, Irma!, nos defendemos). Y ella, la boxeadora, ensaya un respiro levemente agitado. A los segundos, retomada la tranquilidad, explica que no. Que es una institución limpia. Y que la culpa es de unos cuantos seres inescrupulosos. "A lo mejor sí hay corruptos porque se logran infiltrar, pero también hay funcionarios honestos, como tu servidora, que tratamos de aportar al país", dice.

    Defiende, también, a México. Y jura que no es un país violento. Al menos no tanto como lo califica la televisión. Es, explica, una estigmatización. Una mancha que a ella, una servidora pública en extremo honesta, patriota y muy intelectual, le duele en el alma.

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